martes, 27 de enero de 2015

Arte a cuenta gotas... pero arte al fin

Del “Zotoluco”, qué más se puede ver que no se haya visto ya. Inteligente, poderoso, haciéndose poco a poco de su primer toro, insistiendo por el izquierdo, sometiéndolo… todos estos encantos, sabiduría y cualidades, enmarcados por gritos, trapazos y brusquedades, como si estuviéramos en la lucha libre.
Como siempre, anhelábamos ver a Morante en toda su plenitud y arte, y al final, como siempre, sólo vimos detalles. Claro, no fueron detalles cualquiera. Son de los que ahí quedan. Porque lo que hace este hombre, cuando quiere, inmediatamente repercute en el tendido. Y por eso, él abusa. Y se conforma y nos da atolito con el dedo. Se me hicieron escasos detalles para tantas promesas, para tanto Morante Tour, o como diría el filósofo, poeta y loco, Juan Ga… " son muy pocos besos para un enamorado". Ahora, lo que si hay que comentar, es que el toro no era ninguna perita en dulce, y para el estilo de torero que es, el de la Puebla mostró voluntad. De ninguna manera era el toro esperado. Dos verónicas bonitas y una exquisita, un recorte igual de exquisito, por ahí unas chicuelinas, unos naturales de ensueño, con mucho contenido y unos cuántos derechazos muy desmayados, poquitos, pero de los que duelen. Eso fue lo valioso de esta tarde, escaso pero con transmisión. Más que los quinientos pases que se han podido pegar esta misma tarde en los otros toros, pases más insustanciales que una pluma de pollito de mercado.

Por otro lado, el caso de Diego Silveti. ¿Por qué casi siempre nuestros toreros, han de esperar la última opción, si no es al toro de regalo, para entregarse y querer lograr el triunfo? ¿Por qué no tienen esa actitud desde el principio? Hubiese sido una desfachatez regalar un toro después del que le correspondió en primer lugar. ¿Qué más necesitaba Silveti para triunfar arrolladoramente? Era un toro para levantar a la gente de su asiento, para llenar el ruedo de sombreros, sin importar si mata bien o mal, así, toreando, escuchar el grito de ¡Torero! ¡Torero!... Pero ¿qué hizó? Lo toreó sin parar, bien por ambos lados, con arte, con estética y técnica, pero ¿qué pasó? ¡Naaada! No transmitió nada. No hizo una faena que correspondiese a las grandes cualidades del toro. No llegó al nivel que debió haber llegado. Claro, en el último si se entregó porque no le quedaba de otra, después de tres tardes en esta temporada sin decir ni “pio”. Y entonces sí levantó a la gente de su asiento y ahora sí le gritaron ¡Torero! ¡Torero!... Muy bien, estuvo muy bien en su segundo, muy valiente, muy entregado y muy meritoria su faena dadas las cualidades de este segundo toro, pero si ya le tocó uno bueno, ¿por qué no se entrega y se recrea en ese? ¡Y en el otro también!

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