domingo, 28 de marzo de 2010

La otra cara de la fiesta en México o… más allá del Canal de las Estrellas.


Segunda Entrega

Ser empresario de toros en pueblitos perdidos de México no es tarea fácil.

Es más una cuestión de vocación y amor a la fiesta que una cuestión de negocio.

No recuerdo exactamente cuando conocí a Don Pedro Rodríguez.

Pastorcito en su juventud, Don Pedro era originario del estado de Hidalgo y tenía ascendencia otomí. Menudito, piel curtida por el sol, siempre lucía gallardo, con su gran bigote, su paliacate, su sombrero vaquero y su nariz aguileña.

Vivía allá por los rumbos del Estadio Azteca y de los primeros recuerdos que vienen a mi mente cuando íbamos a verlo era su mascota: un perrito muy curioso llamado Tribilín, afgano de buena cuna que por cuestiones del azaroso destino había ido a parar ahí. Su pelaje en vez de estar perfectamente cepilladito lucía lanudo y descuidado, sin embargo, esto no parecía preocuparle ni al perro ni al amo.

Don Pedro hacía empresa en pueblitos pequeños en todo México.

El espectáculo que más fama le dio como empresario fueron las charlotadas, principalmente con los personajes de Chema y Juana.

También hacía novilladas, vacadas y becerradas y era muy respetado por los torerillos que soñaban con que a partir de un triunfo en esos lares, les abrirían las puertas para torear en mejores plazas.

El se las arreglaba para ir en camión a los pueblos, a las ganaderías , conseguir “cuadrillas”, banderillas, carnicero, banda, hacer la publicidad, darles boletos a los torerillos para que los vendieran, pegar los carteles por todo el pueblo, traer a los vendedores de cerveza y conseguir juez.

Todo esto lo hacía el solito, después de larguísimas jornadas en el campo y en las carreteras. Vale la pena mencionarlo ya que desde que yo lo recuerdo era una persona mayor y su salud no era la mejor.

Nunca había una plaza en forma, siempre era una plaza de vigas, donde algún buen samaritano nos dejaba subir a la caja de su pick up para alcanzar a ver. De no ser así, pues a treparse en las vigas, las cuales siempre se abarrotaban. Todo el pueblo estaba ahí.

Torerillos y cuadrillas se cambiaban entre los coches, así que las mujeres debíamos guardar la debida prudencia y e irnos a ver si ya había puesto la marrana, para no inoportunar.

Del camión bajaban directamente al ruedo los animales (de milagro nunca vi que se saliera ni uno) y de milagro había toros… muchísimas veces el festejo se retrasaba porque no llegaban.

La mayoría de las veces eran animales infumables, que no se dejaban pegar ni un pase o que a veces estaban ya toreados, y los pobres chamacos tenían que vérselas con eso, afortunadamente nunca presencié ninguna escena trágica.

Después de la toreada y de la comida, nos acomodábamos todos alrededor de Don Pedro, quien, siempre con su cajetilla de Faros en mano, procedía a deleitarnos con el número cumbre del día, el cual todos los que siempre lo acompañábamos lo sabíamos de memoria. Recitaba el poema… La Novia del Torero… y lo hacía con tal desgarramiento, que no faltaba al finalizar, un sonoro ¡Olé! Era como ver una película por décima vez, pero que te la vuelves a echar porque te encanta y siempre descubres algo nuevo.

Y ya de camino de regreso, todos cansados y mugrosos, nos arrullaba con su dulce voz cantándonos en Otomí.

Don Pedrito ya se encuentra a la vera del Señor, recitándole poemas y cantándole canciones en su dialecto. Fiesta no faltará ya que el que la organiza está presente.

lunes, 22 de marzo de 2010

La otra cara de la fiesta en México o… más allá del Canal de las Estrellas


Admiro mucho a los estudiosos de los toros, que se saben todititas las estadísticas y han leído todos los libros, aprendido todos los pases (bueno, sólo de nombre), los pelajes, los fierros de ganaderías, los colores de ternos etc…

Valoro, además de todo ese conocimiento, lo que te dejan la vivencias, eso que no te da la Plaza México aunque vayas todos los domingos, o ver todos los programas de toros, o saber el escalafón taurino español, sino la afortunada ocasión de vivir momentos inolvidables en lugares poco populares, o de poco “caché”, como puede ser el caso de rancherías o pueblitos bicicleteros.

Es por eso, que hago la primera entrega de mi serie… La otra cara de la fiesta en México o… más allá del Canal de las Estrellas.

Primera Entrega.

Recuerdo que para mi los fines de semana eran diferentes a los de mis compañeritas de escuela… a mi me daba más emoción ir a una ranchería a presenciar una becerrada o novillada que ir a Reino Aventura a treparme a la Canoa Krakatoa… y es que ¿cómo no? si la aventura comenzaba desde poder llegar al dichoso sitio del evento (que generalmente no alcanzaba la categoría de pueblo). Llegar era ya en sí mismo un logro, ya todos conocemos nuestro hermoso México, donde no existe la señalización, y si es que hay alguna, seguramente está equivocada.

La seguna parte era ver dónde era posible ir a un baño, ahí aprendí que un baño puede ser tan extenso como un sembradío de maiz, y que un rollo de papel en ese momento puede cotizarse más que el Euro.

El tercer logro era ver si había qué comer y aprendí también la gran paz que da (más allá de ir a misa todos los domingos) ser previsor y llevar siempre una bolsita de cacahuates japoneses o chicharroncitos de cerdo, porque nunca sabes a qué hora comerás… o si comerás.

De ahí, todo el milagro subsecuente… después del evento... (que ya tendré ocasión de narrar) venía la gran comilona… ¡qué grande es nuestro pueblo y qué grande es la fiesta!… si vienes con la cuadrilla del torero, siempre hay gente que te abre su casa y que se siente honrada de darte de comer, con todo el lujo que lo permite su condición.

Así comí en infinidad de casas de personas que ese día conocí y que seguramente no volveré a ver, pero, que sin embargo, me brindaron toda su hospitalidad y un lugar de honor en su mesa. No olvido el exquisito manjar que fue probar su pollito en mole, con arrocito rojo y muchísimas tortillitas para llenarnos… y siempre salía una botella de Don Pedro.. que con qué gusto nos la echábamos.

Otras veces el menú consistía en barbacoa con su consomecito, que por cierto duraba la grasa una semana adherida a tu paladar…

Cualquier taquito de tripa era motivo de algarabía… siempre había tequilita, limoncitos y sal, música y amigos… que más podíamos pedir… si algo faltaba, alguien abría su cajuela ¡y listo! ¡seguía la fiesta! Sonaba la banda de pueblo, nos uníamos a la procesión del santo patrono, en fin, momentos que con nada los borro, y que con nada los substituyo.

Y entre todo esto, claro, siempre había esos personajes memorables y entrañables, que hacían posible que sucediera la fiesta y que le daban ese toque de magia y poesía. Los últimos románticos, de algunos me ocuparé en otros capítulos pertencientes a esta serie…

sábado, 13 de marzo de 2010

Lo bueno, lo malo y lo feo


Temporada Grande 2009-2010


Lo emotivo…

La despedida de Manolo Arruza, quien estuvo sereno y reposado, dejando un grato sabor a nostalgia. Para muchos, un banderillero con alternativa, para mi, un torero cumplidor que dijo adiós en una tarde ideal.

Lo que supo a poco…

Enrique Ponce sólo toreó una corrida esta temporada, la tarde inaugural. Nos quedamos con muchas ganas de volver a verlo, aunque fuera una vez más. Porque, aunque tiene muchos detractores, también tiene muchos seguidores en México, que reconocen su arte y valor.

Las esperanzas…

Fermín Spínola, demostró corazón, clase y valor.

Octavio García “El Payo”, se suma a la lista de toreros que nos están devolviendo la esperanza en la baraja nacional.

Mario Aguilar, con hechuras que dejan ver a un torero de gran clase.

José Mauricio, empeñoso y valiente.

La quietud…

Miguel Ángel Perera, quien planta firmemente las zapatillas en la arena y no quita la muleta de la cara del toro.

La precisión…

Jose Mari Manzanares demostró, además de su temple y clase, su precisión para matar a los toros con sus estupendas estocadas en esta temporada.

El Juli también tuvo lo suyo.

El alarde de facultades…

Luciendo muy atlético: El Fandi, ¡qué bonito corre pa atrás!, recorta a los toros y los torea con el cuerpo.

Nuestro gallo…

El Cejas. Siempre dando pelea sin acomplejarse ante los extranjeros. Carisma, valor, entrega y profesionalismo.

Lo Hermoso…

Pablo Hermoso de Mendoza, con su impresionante cuadra de caballos toreros. Nunca deja de sorprendernos con sus impresionantes actuaciones. Logró la mejor entrada de la temporada.

Lo de más arte…

Definitivamente… Sebastián Castella

Lo histórico…

La alternativa otorgada a Hilda Tenorio.

Lo incomprensible…

Corrida de aniversario. ¿A razón de qué ponen a Rafael Ortega, sin ningún mérito para estar presente en tan señalada fecha alternando en un mano a mano con Castella?

El conformismo…

Fernando Ochoa, como siempre, se conformó con “estar bien”…, tras tantos años de alternativa y tanto apoyo.

El egoismo…

El “Principito de Galapagar” me hizo desear con toda el alma que no vuelva a la México, ya que por su culpa, arrogancia, egoismo e ingratitud, los que no pudimos estar en la plaza, no vimos a nuestro querido y admirado Cejas.

De lo que hizo José Tomás… no lo se… no lo vi... y no me importa.

Lo triste…

El fugaz regreso de Miguel Espinoza Armillita.

La actuación de Manolo Martínez hijo.

Lo gris…

Pedro Gutiérrez “El Capea”

domingo, 7 de marzo de 2010

¡Pos esto ya se acabó!


Este domingo en la Plaza de Toros México se dio la última corrida de la temporada.

Con una malísima entrada partieron plaza Humberto Flores, Luis Bolívar y Víctor Mora, lidiando un encierro muy bien presentado de la ganadería de Barralva.


Cuidado con lo que trasmitimos.

Humberto Flores es un torero con muchos años en la lucha. Ha toreado muchísimo. Ha cortado muchas orejas. Ha hecho todo para ganarse un sitio privilegiado en las filas de las figuras del toreo. Y sin embargo, no logra conseguir ese lugar que sin duda se merece. A mi percepción, siempre ha transmitido una gran tristeza que supera todo lo demás y que opaca la labor que realiza ante los toros. También transmite una gran duda personal acerca de lo que realmente merece, y por lo tanto, nadie se lo compra. Este torero no acaba de dar el campanazo y se le va la vida a pura cornada, revolcada y corte de orejas sin mayor trascendencia.

Hace unos meses vi en un blog hermano que Humberto Flores mostraba un muñeco vestido de luces, que siempre lo acompaña a todos lados donde torea porque es su amuleto de la buena suerte. Se me hizo horrible. Como de película de miedo. Nunca se me ha hecho que su suerte haya sido tanta como para que valga la pena conservar tan aterrador amuleto. ¡A cambiarlo, hay unas patitas de conejo rete lindas que además sirven de llavero! Pero además, a tirar la tristeza y a empezar a creerse un buen torero, si no… pues no habrá más que hacer.

Luis Bolívar. Mucho se comenta que este torero es el sucesor de César Rincón, y bueno, tiene mucha técnica, poderío y valor, lo demostró en esta corrida de cerrojazo. Fue el torero que mejor librado salió este domingo. No dudo que con el paso del tiempo logre tomar el lugar de su paisano, pero hoy por hoy, existe una gran distancia para que le llamen el sucesor de César Rincón, perdón, del Maestro Rincón.

Los toros lidiados en esta corrida no fueron ninguna perita en dulce, pero cualquiera que se diga Matador de Toros, sabrá cómo sacarles el mejor provecho, para eso se decidieron por este camino y por eso la gente paga un boleto, para ver lidiar profesionalmente lo que salga por toriles.

Grisáceo fin de temporada.