martes, 13 de septiembre de 2011

Toreo con aroma mexicano


Es septiembre, el mes en que nos sentimos más mexicanos que nunca. Y el mes perfecto para recordar a todos aquellos toreros cuya esencia mexicana ha dejado una profunda huella en la historia de la fiesta brava de nuestro país.
El Toreo a la Mexicana no se puede explicar, sólo se puede sentir.
No por ser un torero de nacionalidad mexicana, necesariamente tiene esa esencia y ese estilo al torear.
El toreo a la mexicana es de una profundidad exasperante, es hondo, cala hasta los huesos, se siente igualito que cuando uno se toma un caballito de tequila seguido de su limón, la mezcla perfecta entre acidez y el fuerte gusto del agave, esa certeza de que cada uno de los poros está absorbiéndolo, y luego pasa por la garganta raspando todo, doliendo, pero dejando tras de sí, su sabor único, sabor a México.
El toreo a la mexicana es como escuchar una canción de José Alfredo, cuando uno está con el corazón hecho pedazos, y entre lágrimas, canciones y tequilas, tratamos inútilmente de exorcizar cada demonio que nos atormenta “… quién no llega a la cantina, exigiendo su tequila y exigiendo su canción…”.
El toreo a la mexicana es como darle una mordida a un chile habanero, que te saca hasta las lágrimas, pero no puedes dejar de comerlo, es un vicio, aunque sudes y aunque te ensordezcas. Sin él, la comida no sabe a nada…
Es un toreo que duele, es profundo, es melancólico, es de rostros deformados por el sentimiento, es de lentitudes casi ficticias, es de temple abrumador, es de esencia de pueblo, es de olor a tierra mojada.
La expresión va desde adentro, desde la vícera. El alma va por delante aunque cueste la vida… porque como decía José Alfredo “… la vida no vale nada…” .
En el toreo a la mexicana la técnica y la estética pasan a un segundo plano. Aquí hay que arrancarse el corazón, casi como en un rito prehispánico, y sacrificarlo por este sublime momento en que el torero se enfrenta a sus miedos y los vence, con el esfuerzo denotado en cada una de sus líneas de expresión. Es un trueque, miedo a cambio de un instante de sobrecogedor arte.
Porque los toreros a la mexicana no son sobrados de valor, sin embargo se sobreponen por el inmenso corazón que poseen.
Entre sus exponentes más memorables se encuentran: Silverio Pérez, Fernando de los Reyes “El Callao”, Rodolfo Rodríguez “El Pana”, Jorge “El Ranchero” Aguilar, Jerónimo y José María Luévano.
Este tipo de expresiones hay que verlas para entenderlas, sentirlas para no olvidarlas.