martes, 28 de abril de 2015

La hazaña de estar vivos



Me dio por pensar, la de veces que cada uno de nosotros habrá estado al borde de la muerte, quizá sin haberse dado cuenta. Lo frágil de esa línea donde nada pasa… y donde todo termina. Como aquella canción de Silvio Rodríguez: “Cuando Pedro salió a su ventana, no sabía, mi amor, no sabía… que la luz de esa clara mañana, era luz de su último día”.
Y en ese borde permanente que todo mundo camina a diario, consciente o no… se percata uno que en realidad, el sólo hecho de vivir, constituye en sí una hazaña. Cuando sucede algo que te tuvo en esa línea y no era tu hora, sientes que vuelves a nacer y te das cuenta de lo relativo de todo y le das vueltas y vueltas a la situación preguntándote… “¿qué hubiera pasado… quién hubiera avisado… cómo serían las reacciones… cómo serían ahora las cosas?"
Pero ¿cómo se acostumbra un ser humano a vivir cotidianamente en ese estado? ¿Cómo acostumbrar a tu familia, al cuerpo, a la mente? ¿Cómo acostumbrar a tu alma a estar en una permanente posibilidad de despedida? ¿Cómo se puede hacer de este sentimiento tan fuerte, un vicio y un placer? Hablando de un torero, quizá esto mismo sea el motivo y el motor de su profesión. Por un lado, su necesidad de expresión y de creación… y por el otro, ese gusto de ir por la vida, como un equilibrista, sintiendo ese vacío que lo absorbe, hasta llegar al otro extremo, y sentir así, renovada su existencia. ¿Se puede vivir así? O más bien ellos se preguntarán ¿se puede vivir de otra manera?De ahí la ya célebre frase de José Tomás, que sabe más de la muerte que las mismísimas calacas: “Vivir sin torear no es vivir”.
En una tarde de toros, la única certeza es la incertidumbre. ¿Pero acaso no es así la vida de cualquier ser humano? La diferencia es que los toreros tienen la gran ventaja de haber elegido enfrentarse a la muerte sin disimulos, agendando cada fecha, aunque a veces, también los tome por sorpresa.
Por ello, cada día que salimos de casa debemos regresar con la actitud de quien trae las orejas en la espuerta, sintiéndonos héroes, dispuestos ya, para la siguiente batalla. 
Por eso, respeto tanto al toreo y todo lo que representa… esa imagen del que cae herido y que no importa la magnitud del percance, en lo único que piensa, es en recuperarse para volver a torear. Si esta no es una filosofía de vida, entonces yo no se qué es.
¿Qué sería de nosotros si nos contaran el final de nuestras vidas? Si eso fuera posible, empezaríamos a morir anticipadamente.