domingo, 27 de mayo de 2012

Lágrimas Negras por Cigala


Los toros y el flamenco van de la mano. Por eso, es importante mencionar lo sucedido en el concierto de Diego El Cigala en Cancún el pasado 24 de mayo.
Cualquier artista merece todo el respeto, y no sólo él, también la gente a la que si le interesa verlo. Lamentablemente este concierto estuvo marcado desde el inicio por una sombra negra. Los asistentes al concierto eran en su mayoría gente “nais”, que si la “Yayis” Betancourt, que si la “Güera” Corcuera, que si la “Nena” Montes de Oca, en fin, los que siempre salen en esas revistas que tanto “aportan”.
Como antecedente, este show incluía Barra Libre. A la entrada del recinto donde se llevaría a cabo el evento, había un cartel que decía (más o menos): “A petición de El Cigala, no habrá servicio de bar mientras dure su concierto”. Este mensaje se repitió en los micrófonos antes de que empezara el show. Hubo mucho tiempo para surtirse de “alipuses” y podías pedir suficientes para no andar dando lata durante el concierto. Bueno, pues no hubo una autoridad en el recinto capaz de hacer valer este requerimiento ¿dónde estaban los organizadores? Sólo ellos saben, seguro pidiendo sus “jaiboles”. Entonces ¿qué pasó?… pues que la “cancuniqué” y concurrencia en general, enloquecieron ante la barra libre anunciada, desesperados por desquitar su boleto. No les miento, estaba yo junto a una bardita donde el mesero ponía a cada cinco minutos un promedio de diez bebidas para las personas que estaban enfrente y las ponía en la bardita, porque las manos de esas personas se encontraban ocupadas con otras bebidas. Cuánta miseria, habiendo tantas cantinas, bebiendo como si el mundo se fuera a acabar y los meseros pase y pase, distrayendo a los pocos interesados en el escenario. La gran mayoría más pendiente de pedir ocho campechanos y cuatro pintaditos, que de escuchar al Cigala quien desgarraba su garganta para aquel 10% a los que si nos interesaba su actuación. Qué vergüenza con el artista. Qué tristeza que estas personas no sepan apreciar el arte. Les hubiera salido más barato comprar una pata de elefante en el súper y poner en su casa un disco del Cigala o del Buki, porque seguro no encuentran la diferencia (con el respeto que me merecen ambos artistas). Junto a nosotros había una mesa de gente “bonita” bien vestiditos, las damas “rete” elegantes que se la pasaron platique y platique, risa y risa,  a pesar de las peticiones de silencio que recibieron en repetidas ocasiones; ellos se sentían en boda, ya sólo les faltaba que tocaran “Payasito de Rodeo” para lanzarse a la pista a ejecutar la coreografía. Bueno, y no faltó quien, después de que Cigala interpretara la segunda canción apenas, lanzara un grito desgarrador, más desgarrador que el mismísimo Cigala: ¡¡“Lágrimas Neeeegras”!!, es más que obvio, si apenas va empezando el concierto, que la va a cantar (a esas alturas, nadie sabía que en realidad no la iba a cantar), pero gracias por recordárselo, como si estuviéramos en el Palenque de la Feria de Chimalhuacán. Y luego, para acabar de completar el mercado aquel, cuando no íbamos ni a la mitad del concierto… ¡que se va la luz! Y pues no había planta, como lógicamente debería de haber en estos lugares… Ahí se acabó la función.
Qué triste que en Cancún no estemos listos para recibir a este tipo de artistas, que pueda más una barra libre y la “naquez” de la que hicieron gala la mayoría de los asistentes, al arte de un hombre como éste.
¿Saben cuando creo yo que regresará Cigala a Cancún? Nunca.

viernes, 18 de mayo de 2012

Aquí no ha muerto nadie


La noticia más importante de esta semana y de muchos días por venir, fue la muerte de Carlos Fuentes. Una pérdida que no sólo se siente en el mundo de las letras, sino en todos los ámbitos. Un hombre que nos representaba con grandeza y con categoría en todo el mundo. La Fiesta Brava lo lamenta especialmente. Fuentes abordó este tema con una gran profundidad, objetividad y comprensión de su importancia en la fusión cultural entre España y México. Los conceptos plasmados en su libro “El Espejo Enterrado” son de una exquisitez absoluta. De aquí extraigo algunos párrafos:
 - “Quizás todas las demás derivaciones del símbolo taurino no sean, al fin y al cabo, sino una especie de nostalgia de la tauromorfosis original: poseer la fuerza y fertilidad del toro, junto con la inteligencia y la imaginación del ser humano”.
- “Los primeros iberos llegaron hace más de tres mil años, dándole a toda la península su nombre duradero. También dejaron su propia imagen del toro guardando los caminos del ganado, protegiendo una ruta que nos lleva hasta el primer gran lugar común de España, la plaza de toros”.
- “ En la plaza de toros el pueblo se reúne, en lo que una vez fue un rito semanal, el sacrificio del domingo en la tarde, el declive pagano de la misa cristiana”.
- “La corrida, una misa de luz y sombras, teñida por el inminente crepúsculo”.
Y siguiendo con el tema de Fuentes y la Fiesta Brava, hay un libro que leí hace mucho, “Constancia y otras novelas para vírgenes” que contiene un relato que me dejó huella. Fuentes mezcla al personaje de Goya con Pedro Romero, todo envuelto en un escenario tan mágico como Ronda. Presencias que, entre sombras y obscuridades, conviven y dialogan, en una dimensión tan cercana y tan lejana a la nuestra. La historia de un torero que, según el relato de Fuentes, sólo tuvo una tarde gloriosa en toda su vida, y esa tarde le bastó para alimentarse por siempre. Una historia que, entre figuras espectrales, nos deja ver el aspecto más humano de un hombre que podría ser cualquiera.
La muerte de Carlos Fuentes fue benévola. Llegó a hora prudente, ni antes… ni después. Una muerte que lo sorprendió trabajando, recién terminado un proyecto y con otro por iniciar. Una muerte indulgente, oportuna, esa que convoca con elegancia.
Carlos Fuentes está en cada página que se lea de él y en cada libro que haya marcado nuestra vida. Los únicos muertos son aquellos que se han negado el privilegio de enriquecer su espíritu a través de sus letras.