martes, 15 de junio de 2010

Para reconocer nuestros miedos… se requiere mucho valor


Cuántas veces no hemos presenciado escenas de novilleros o matadores de toros que bailan más que en un tablao flamenco frente al toro, y siguen por ahí dándose aires de figuritas.

También hemos sabido de varios pseudo toreros, cuya verdadera vocación es la vagancia, que siguen pregonando "que esta si va a ser mi temporada, y que ora si nomás que me den una oportunidad la voy a armar, que nomás porque no me ha salido el toro a modo…" y todo esto mientras sus padres o padrinos alcahuetes trabajan a brazo partido para que el muchachito, que en la mayoría de los casos ya ni tan muchachito, siga sin oficio ni beneficio cuando probadamente sabe que no tiene cualidad alguna para andar en esto.

Por eso, que este domingo 13 de junio, en la segunda novillada de la temporada 2010 Christian Hernández haya aceptado, previa espantada con respectivo clavado al callejón, que tenía miedo y por eso se retira, tiene su mérito.

Dejará de engañarse como tantos otros y dará un giro a su vida, se dará la oportunidad de hacer algo que realmente disfrute.

Esto del toro es cuestión de una enorme vocación, ya que va en juego la vida misma. Y el miedo que se siente, no se debe sufrir, es un miedo a voluntad, es un miedo por disfrutar, que debe traducirse en entrega, pasión y arte.

Si no es así, lo más sabio, es hacer lo que hizo este muchacho, lástima que lo hizo en la Plaza México, donde otros muchos que si tienen con qué, sueñan torear, y frente a un público incondicional que pese a la lluvia, pagó un boleto para verlo. Es como ilusionar a la novia, y ya el día de la boda, dejarla plantada en la iglesia… pudiendo haber terminado desde antes esta relación.

En fin… que me acordé de aquel poema del Maestro Benítez Carrasco que termina así…

Era sólo que, ante el toro,

¡y con razón!

se acordaba de la vida.

"Pero" ¿miedo? ¡No, señor!