miércoles, 30 de enero de 2013

¿Cómo se explica el arte?


Recuerdo hace muchísimos años estaba yo en el Museo Metropolitano de Arte, en Nueva York (sonará arrogante, pero de verdad ahí estaba ¿pa qué les digo que era el Museo Anahuacalli, si nooo…?) Bueno, el caso es que estaba yo en una sala de las colecciones permanentes del museo cuando me topé con un par de personas, dos mujeres para ser exacta. Una de ellas, muy joven por cierto, era invidente. Y la otra, le explicaba a detalle y con mucha paciencia, la obra que tenían enfrente. Estuve varios minutos escuchándolas y siguiéndolas discretamente. Eso es lo que más recuerdo de esa visita. Porque ¿cómo le explicas a alguien que no ve, una obra de arte?
Algo similar me sucedió el lunes siguiente a la faena de Talavante. Trataba de explicarle a un amigo, que no es taurino, cómo logra Talavante transmitir al tendido. No se si pude, de repente parecía que me entendía, pero luego descubrí que fue solamente caballerosidad, para que no me sintiera mal.
Y es que explicar el toreo es difícil, pero explicar el arte de Talavante es mucho más.
Es como una pintura abstracta, no sabes qué es pero te cautiva, algo te dice. Son esas pinceladas dadas con soltura, con naturalidad, con cierta textura. Como aquello que se hace así, sin querer, espontáneo, pero el resultado final es bonito.
Como el pintor que no planea su obra, que no tiene un boceto previo, pero le sale magistral. Nunca sabes exactamente por qué te gustó, si fue el colorido, la forma, la técnica, la iluminación, o simplemente el momento de inspiración por el que atravesaba el artista, o el momento de sensibilidad por el que atravesabas tú.
Pero lo importante quedó. La obra transmitió, dijo algo.
La estética es a final de cuentas tan subjetiva.
En resumen es su naturalidad, su gran expresión, ya sea con su cuerpo, con sus movimientos, su gusto por improvisar, o su toreo como jugando.

lunes, 21 de enero de 2013

¿“Mano a Mano”?


14va Corrida

Julián López “El Juli”
Diego Silveti

Ganadería:
3 toros de Fernando de la Mora
3 toros de Montecristo

“El Juli” (uva y azabache)
Silveti (verde manzana y oro)

La entrada como hace años no se veía en la México.

Una corrida parchada porque los de Fernando de la Mora no cumplieron con el trapío necesario. Desde las redes sociales iniciaron las protestas cuando se publicaron las fotos, qué vergüenza. Las corridas deben ser vistas y autorizadas antes de mostrarlas al público, ¿por qué no pueden hacer las cosas bien desde el principio?

Según la concepción de un “Mano a Mano”, éste es el enfrentamiento de dos toreros que se encuentran al mismo nivel de capacidades, de experiencia y al mismo nivel de arrastre popular, por lo que entre ellos existe una rivalidad.
Últimamente en varias plazas de la república mexicana, a las empresas les ha dado por realizar este tipo de encuentro, tan dispar. Claro, a falta de toreros que estén al nivel de los extranjeros, quieren forzar carteles que sólo ponen de manifiesto que a nuestras figuras en ciernes, aún les falta un gran camino por recorrer. Y no es culpa de ellos, los jóvenes van muy bien, son valientes, tienen decisión, pero les falta mucho para realizar un verdadero mano a mano.
Entre “El Juli” y Silveti, la diferencia de edad es mínima, uno tiene 30 y el otro 27, “o sease”, prácticamente iguales, pero lo toreado por “El Juli”, está a miles de años luz, de la experiencia que puede tener Silveti.
“El Juli”, pese a ser un torero muy joven, tiene la sabiduría y el poder que resultan de tantas horas de vuelo. Es un torero que a sus escasos 15 años tomó la alternativa, lo cual significó, que a una edad donde la mayoría de las criaturas están jugando Xbox, o su mamá los lleva a clases de Tae Kwon Do, este niño era ya un hombre a fuerza de estar en contacto directo con la muerte, con la sangre, con el sudor, con el bufido de un toro. Luciendo en el rostro cicatrices que no fueron precisamente por la caída desde un columpio. Convertido a los 15 años en un hombre a fuerza del hambre que ya desde entonces sentía, y que no ha dejado de sentir en ningún momento. Esa es la diferencia entre los toreros… y los grandes toreros.

Silveti… este caso me preocupa mucho. El torero tiene calidad, decisión, técnica, valor, lo que no ha demostrado y cada vez veo que lo demuestra menos, es ganas de forjarse una personalidad propia. Cada vez lo veo abusando más de la imagen de su padre. Como si se sintiera desamparado sin símbolos como el capote de paseo de la Virgen de Guadalupe. Es hora de darle un beso entrañable a ese capote y dejarlo bien guardado entre las cosas queridas de su padre. Y hacerse de uno él, diferente y propio. El capote como un mero ejemplo. Es momento de dejar de brindar el toro al cielo. O hacerlo en privado antes de partir plaza para no correr el riesgo de parecer que lucra con el recuerdo del padre. Es hora de que en las entrevistas hable menos del padre y más de él, si es necesario, que le pida a los comentaristas no preguntar nada alusivo a David. Y luego ¿a santo de qué se le pone Mar de Nubes al toro que lidió? ¿de verdad sienten que ésto lo ayuda?
Diego tiene muchas cualidades, quizá le falte tanto a él, como a sus administradores, confianza de que estas cualidades, por sí solas, son suficientes para aspirar a ser figura del toreo. Con solo verlo, sabemos de quién es hijo. No hace falta más. 

jueves, 10 de enero de 2013

Fermín, muy lejos de todo


Ya han pasado varios días desde la faena de Fermín Rivera al toro Gavioto de San Mateo en la Plaza México, pero es la hora, que no me la puedo borrar de la mente. Muchos toreros de la actualidad provienen de destacadas dinastías, es el caso de Fermín Rivera, sin embargo, esto no ha sido excusa para no tener su propia personalidad, cuyo origen está sólo en él, y que lo coloca en una posición muy lejos de todos los otros. Porque no basta ponerse frente al toro, hay que tener sello propio.
Fermín no es un torero para villamelones, ni para masas bulliciosas; quizá por su gran sobriedad, aún no es lo comercial que una empresa hambrienta de buenas entradas pudiera desear, pero si le dan el apoyo y el tiempo necesario, si lo ponen en ferias importantes y alternantes a su altura, llegará a ser la figura que se vislumbra. 
Este torero, después de lo demostrado en la 12va corrida así como en la anterior temporada, merece estar en carteles de primera, con alternantes de primera. Porque él es un torero de primera. Un torero diferente a todos.
Mientras algunos, por no decir la mayoría, invierten 50% de su empeño en torear al toro y el otro 50% en torear al público en el tendido a fuerzas de aspavientos, gritos y desplantes fuera de lugar, Fermín se olvida de la gente, ¿qué importa quién estuvo en la plaza? Que si estaba llena, que si vacía… él está solo frente a su toro, lo demás le da igual.
Sobrado de valor, de cabeza y de técnica, Fermín dentro de su seriedad, transmite una gran emoción, aquella que el toro, actualmente en su gran mayoría, ya no puede transmitir. Una emoción que logra a fuerza de ir haciéndose de sus embestidas, a base de cabeza, de estructura, de quietud, de temple, de paciencia, de distancias precisas, de técnica, de transmisión, de serenidad. No se trata de una emoción basada en el encimismo sin ton ni son, ni en el tremendismo tan socorrido a falta de otros dones. Es una emoción sustentada, seca y sin oropeles.
Un torero de una sobriedad intimidante, para los que nos gusta que nos digan las cosas directas, pero bien dichas, con una dicción impecable, sin cuentos, sin protagonismos, sin palabras de más, ni de menos. Con argumentos convincentes, sustentados y verídicos. Sin dedazos ni faltas de ortografía. Y sin palabrejas mercadológicas que sólo sirven de paja para los que tienen poco qué decir.
Fermín innegablemente trae lo torero en la sangre, sin embargo, no utiliza de más esta circunstancia. El sabe que a la hora de torear, está solo, sin dinastía que lo avale.