lunes, 16 de febrero de 2015

Cerrojazo de la Temporada 2014-2015

Esta tarde fue como si se hubieran infiltrado los antitaurinos para acabar de una vez con todo. Qué cosa tan fea. Y no lo digo por los toros, que pese a que eran de una ganadería de la que no se tenía mucha información y fueron descastados, en general, fuera del regalo y el segundo del Chihuahua, fueron nobles y toreables.
El tema de los toreros es cuestión de gustos muy personales. Yo no soy partidaria del toreo de alardes, de torear al tendido, de hacer shows fuera de la cara del toro, ni frente al toro. Los shows hay que dejarlos a los magos, a los malabaristas o a los trapecistas. Pero bueno, al final hay un público que se emociona con este tipo de toreros y muchas veces este estilo, es el que jala por primera vez a una plaza a mucha gente, y ya que van aprendiendo, van variando sus gustos… o no.
José Luis Angelino y “El Chihuahua” en su papel, haciendo como que se enojaban, o a lo mejor si se enojaron, un espectáculo fuera de lugar y ya le daba un beso uno y el otro lo rechazaba y se soltaban manotazos y se empujaban... no puede ser.
Y luego José Mauricio. Este torero, que teniendo todo para posicionarse donde él quisiera, valor, carisma, arte, clase… y le falta lo más importante, corazón. No hubiera tenido que regalar ese último toro que salió tan falto de calidad, su segundo toro no fue malo, al final se fastidió y se fue para abajo, pero si lo hubiera lidiado con convicción, hubiera podido hacer una faena. Lo más importante que le falta no se lo va a dar un toro, así sea de la calidad de “Gibraltar”.
Siento feo decir esto, porque José Mauricio es un torero que me gusta mucho, pero llega un momento en que el tiempo pasa y las oportunidades también. Es cierto que no torea mucho, pero por eso mismo, no puede dejar pasar ni una oportunidad, hay que agarrarse hasta con las uñas de esa posibilidad de triunfo, hacerse a la idea de que quizá será la última.. porque si no, seguro lo será.
Una tarde sin nada que rescatar, que acabó de rematar el empresario de la plaza, expresándose de una manera muy fuerte, vulgar y corriente de un conocido caballista que al final no toreó en esta temporada. Independientemente de que sean ciertos los argumentos ¿es que no conocen la palabra diplomacia? ¿O no pueden tener alguien que hable por la empresa, si la empresa es incapaz de tener tacto? Seguro después de ésto, ya nunca contará en su elenco con el caballista, y me van a disculpar, pero les guste a muchos o no, qué buenas entradas generó siempre en la Plaza México, que es al final el interés de toda empresa. Hay maneras de decir cualquier cosa, no hay que perder los papeles.
La temporada cerró de forma deprimente. No se si vengan tiempos mejores, no se qué vaya a pasar en las siguientes temporadas, sólo nos queda hacer un recuento de lo rescatable, lo digno, lo artístico, lo verdadero y lo otro, lo que fue mentira, lo que fue mercadotecnia chafa, lo burdo, lo corriente, lo inconsistente, enterrarlo o quemarlo; o mejor denunciarlo, repudiarlo y no permitir que vuelva a suceder.

Esperemos que en el caso de esta corrida, la memoria tenga grietas, que forme parte del mecanismo de defensa para no perder la pasión. Porque si empezamos a hacer un recuento a detalle de todo lo que fue y no debería haber sido en esta Temporada, puede que nos convirtamos al grupo de los antitaurinos, todo antes de ser cómplices de la destrucción.

martes, 10 de febrero de 2015

Tarde de solo dos toreros

Empezó bien la tarde desde el momento en que salió solamente Fermín Rivera a saludar al tercio. Porque ahora la usanza es que salgan todos los alternantes, tengan merecimientos o no, quitándole categoría al que realmente tiene los méritos.
He hablado tanto de Fermín Rivera y después de esta tarde, siento que he dicho tan poco.
No se por qué nos empeñamos en buscar en los extranjeros lo que tenemos aquí. Tenemos frente a nosotros al torero que de verdad puede marcar época, rescatar de lo grisáceo a nuestra Fiesta tan huérfana de Figuras desde hace tantos años.
Un torero con personalidad propia pese a su linaje, con técnica, con presencia. Y sin embargo, un torero no fácil de entender. Porque lo fácil es simple y es barato, es para masas, y este torero no es para masas, de ahí se entiende la mala entrada que hubo en esta corrida. Fermín es para ese selecto grupo de taurinos que de verdad comprenden lo que hay que comprender. Captar el arte que rodea un lenguaje tan escueto. Como un Haikú, poesía en el menor número de palabras. Porque cuando las palabras se escogen adecuadamente, no hacen falta muchas.
Quizá este torero no sea rentable para llenar plazas con gente ávida de emociones banales. Es como comparar la Cumbia con la Ópera, tan válidas una como la otra, pero el público y los escenarios son otros. Es catalogado como frío cuando es el receptor, el que carece de sensibilidad para sentirlo. Y es que la mayoría necesitan ver alardes y adornos y gritos y trapazos y encimismos para emocionarse.
Fermín el de distancias, el de espacios, el de observación y tiempo. El que dice tanto con tan poco; con tan aparentemente poco, porque detrás de él hay una trayectoria y una técnica depurada que lo respaldan y lo más importante, la inteligencia y la serenidad que resultan en arte, un arte que no grita, que no apabulla, que no necesita brincar, para protagonizar y ser contundente.
Es difícil hablar de Fermín sin caer justo en lo que a él no le gusta, la palabrería, los adjetivos de más; por eso mejor dejar que sus faenas lo digan todo.

Son tan escasas las oportunidades de torear en la México, salvo para un selecto grupo, que a veces se merece las oportunidades y otras veces simplemente toman lo que sus influencias les dan, pero sin dejar huella, ni decir nada.
Sergio Flores estaba programado originalmente para torear en México desde la séptima corrida, sin embargo la vida y el destino hacen lo suyo y días antes sufrió un percance desafortunado en un festival, y hasta la penúltima corrida, le recuperaron su fecha.
Pero en esta penúltima corrida, no solo recuperó esta fecha, recuperó todas las fechas perdidas en todos los percances que su cuerpo recuerda, que son muchos, y recuperó sus años de infancia y juventud y renovó todos los sueños que lo convirtieron en torero. Y fue por su encuentro con “Gibraltar”. Y se vieron y se midieron y se hablaron y se entendieron y hubo hondura y hubo sentimiento y hubo belleza y hubo valor y hubo mensaje y hubo entrega y hubo nobleza; no hubo dudas, sólo pasión y convicción.

Y ambos, toro y torero, merecieron lo que sucedió esta tarde: uno, el perdón de su vida y el reconocimiento a su casta y calidad; y el otro, después de tanta espera, en esta última tarde, hacer lo más trascendental de la temporada.