Ya han pasado varios días desde la faena de Fermín Rivera al
toro Gavioto de San Mateo en la Plaza México, pero es la hora, que no me la
puedo borrar de la mente. Muchos toreros de la actualidad provienen de
destacadas dinastías, es el caso de Fermín Rivera, sin embargo, esto no ha sido
excusa para no tener su propia personalidad, cuyo origen está sólo en él, y que
lo coloca en una posición muy lejos de todos los otros. Porque no basta ponerse
frente al toro, hay que tener sello propio.
Fermín no es un torero para villamelones, ni para masas
bulliciosas; quizá por su gran sobriedad, aún no es lo comercial que una empresa
hambrienta de buenas entradas pudiera desear, pero si le dan el apoyo y el
tiempo necesario, si lo ponen en ferias importantes y alternantes a su altura,
llegará a ser la figura que se vislumbra.
Este torero, después de lo demostrado en la 12va corrida así
como en la anterior temporada, merece estar en carteles de primera, con
alternantes de primera. Porque él es un torero de primera. Un torero diferente
a todos.
Mientras algunos, por no decir la mayoría, invierten 50% de
su empeño en torear al toro y el otro 50% en torear al público en el tendido a
fuerzas de aspavientos, gritos y desplantes fuera de lugar, Fermín se olvida de
la gente, ¿qué importa quién estuvo en la plaza? Que si estaba llena, que si
vacía… él está solo frente a su toro, lo demás le da igual.
Sobrado de valor, de cabeza y de técnica, Fermín dentro de
su seriedad, transmite una gran emoción, aquella que el toro, actualmente en su
gran mayoría, ya no puede transmitir. Una emoción que logra a fuerza de ir
haciéndose de sus embestidas, a base de cabeza, de estructura, de quietud, de
temple, de paciencia, de distancias precisas, de técnica, de transmisión, de
serenidad. No se trata de una emoción basada en el encimismo sin ton ni son, ni
en el tremendismo tan socorrido a falta de otros dones. Es una emoción
sustentada, seca y sin oropeles.
Un torero de una sobriedad intimidante, para los que nos gusta
que nos digan las cosas directas, pero bien dichas, con una dicción impecable,
sin cuentos, sin protagonismos, sin palabras de más, ni de menos. Con
argumentos convincentes, sustentados y verídicos. Sin dedazos ni faltas de
ortografía. Y sin palabrejas mercadológicas que sólo sirven de paja para los
que tienen poco qué decir.
Fermín innegablemente trae lo torero en la sangre, sin
embargo, no utiliza de más esta circunstancia. El sabe que a la hora de torear,
está solo, sin dinastía que lo avale.
2 comentarios:
Enhorabuena, tu artículo como el toreo de Fermín Rivera: Claro, templado y lleno de clase.
Gracias por compartirlo.
Saludos
AG
Hola Aureliano.
Muchas gracias por tus palabras.
El mérito enterito es de Fermín por su gran faena.
Feliz año 2013.
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