Recuerdo hace muchísimos años estaba yo en el
Museo Metropolitano de Arte, en Nueva York (sonará arrogante, pero de verdad ahí
estaba ¿pa qué les digo que era el Museo Anahuacalli, si nooo…?) Bueno, el caso
es que estaba yo en una sala de las colecciones permanentes del museo cuando me
topé con un par de personas, dos mujeres para ser exacta. Una de ellas, muy
joven por cierto, era invidente. Y la otra, le explicaba a detalle y con mucha
paciencia, la obra que tenían enfrente. Estuve varios minutos escuchándolas y
siguiéndolas discretamente. Eso es lo que más recuerdo de esa visita. Porque
¿cómo le explicas a alguien que no ve, una obra de arte?
Algo similar me sucedió el lunes siguiente a la
faena de Talavante. Trataba de explicarle a un amigo, que no es taurino, cómo
logra Talavante transmitir al tendido. No se si pude, de repente parecía que me
entendía, pero luego descubrí que fue solamente caballerosidad, para que no me
sintiera mal.
Y es que explicar el toreo es difícil, pero
explicar el arte de Talavante es mucho más.
Es como una pintura abstracta, no sabes qué es
pero te cautiva, algo te dice. Son esas pinceladas dadas con soltura, con
naturalidad, con cierta textura. Como aquello que se hace así, sin querer, espontáneo,
pero el resultado final es bonito.
Como el pintor que no planea su obra, que no
tiene un boceto previo, pero le sale magistral. Nunca sabes exactamente por qué
te gustó, si fue el colorido, la forma, la técnica, la iluminación, o
simplemente el momento de inspiración por el que atravesaba el artista, o el
momento de sensibilidad por el que atravesabas tú.
Pero lo importante quedó. La obra transmitió,
dijo algo.
La estética es a final de cuentas tan
subjetiva.
En resumen es su naturalidad, su gran
expresión, ya sea con su cuerpo, con sus movimientos, su gusto por improvisar, o
su toreo como jugando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario