14va Corrida
Julián López “El Juli”
Diego Silveti
Ganadería:
3 toros de Fernando de la Mora
3 toros de Montecristo
“El Juli” (uva y azabache)
Silveti (verde manzana y oro)
La entrada como hace años no se veía en la
México.
Una corrida parchada porque los de Fernando de
la Mora no cumplieron con el trapío necesario. Desde las redes sociales
iniciaron las protestas cuando se publicaron las fotos, qué vergüenza. Las
corridas deben ser vistas y autorizadas antes de mostrarlas al público, ¿por
qué no pueden hacer las cosas bien desde el principio?
Según la concepción de un “Mano a Mano”, éste
es el enfrentamiento de dos toreros que se encuentran al mismo nivel de
capacidades, de experiencia y al mismo nivel de arrastre popular, por lo que
entre ellos existe una rivalidad.
Últimamente en varias plazas de la república
mexicana, a las empresas les ha dado por realizar este tipo de encuentro, tan
dispar. Claro, a falta de toreros que estén al nivel de los extranjeros,
quieren forzar carteles que sólo ponen de manifiesto que a nuestras figuras en
ciernes, aún les falta un gran camino por recorrer. Y no es culpa de ellos, los
jóvenes van muy bien, son valientes, tienen decisión, pero les falta mucho para
realizar un verdadero mano a mano.
Entre “El Juli” y Silveti, la diferencia de
edad es mínima, uno tiene 30 y el otro 27, “o sease”, prácticamente iguales,
pero lo toreado por “El Juli”, está a miles de años luz, de la experiencia que
puede tener Silveti.
“El Juli”, pese a ser un torero muy joven, tiene
la sabiduría y el poder que resultan de tantas horas de vuelo. Es un torero que
a sus escasos 15 años tomó la alternativa, lo cual significó, que a una edad
donde la mayoría de las criaturas están jugando Xbox, o su mamá los lleva a
clases de Tae Kwon Do, este niño era ya un hombre a fuerza de estar en contacto
directo con la muerte, con la sangre, con el sudor, con el bufido de un toro. Luciendo
en el rostro cicatrices que no fueron precisamente por la caída desde un
columpio. Convertido a los 15 años en un hombre a fuerza del hambre que ya
desde entonces sentía, y que no ha dejado de sentir en ningún momento. Esa es la
diferencia entre los toreros… y los grandes toreros.
Silveti… este caso me preocupa mucho. El torero
tiene calidad, decisión, técnica, valor, lo que no ha demostrado y cada vez veo
que lo demuestra menos, es ganas de forjarse una personalidad propia. Cada vez
lo veo abusando más de la imagen de su padre. Como si se sintiera desamparado
sin símbolos como el capote de paseo de la Virgen de Guadalupe. Es hora de
darle un beso entrañable a ese capote y dejarlo bien guardado entre las cosas
queridas de su padre. Y hacerse de uno él, diferente y propio. El capote como
un mero ejemplo. Es momento de dejar de brindar el toro al cielo. O hacerlo en
privado antes de partir plaza para no correr el riesgo de parecer que lucra con
el recuerdo del padre. Es hora de que en las entrevistas hable menos del padre
y más de él, si es necesario, que le pida a los comentaristas no preguntar nada
alusivo a David. Y luego ¿a santo de qué se le pone Mar de Nubes al toro que
lidió? ¿de verdad sienten que ésto lo ayuda?
Diego tiene muchas cualidades, quizá le falte tanto
a él, como a sus administradores, confianza de que estas cualidades, por sí
solas, son suficientes para aspirar a ser figura del toreo. Con solo verlo,
sabemos de quién es hijo. No hace falta más.
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