En la octava corrida de la temporada
hubieron toros malos y otros menos malos. Es más, algunos no fueron malos, pero
les faltó emoción, sin embargo se dejaban torear y para toreros tan
experimentados como los que actuaron en este cartel, las excusas salen sobrando.
La diferencia de actitud marcó la diferencia
entre un torero y los otros dos.
Anunciar los carteles con antelación en una
temporada puede tener ciertas ventajas, por ejemplo, que la gente que vive
fuera puede planear venir a tal o cual corrida, pero por otro lado ¿qué caso
tiene repetir tres veces a toreros que no hicieron méritos desde la primera;
las repeticiones hay que ganárselas y se ganan en el ruedo, con méritos
actuales y méritos propios. El toro no sabe de apellidos. Pensar que todavía
falta otra corrida para el Zotoluco y otra para Silveti.
Es posible que El Zotoluco ya no quiera
saber nada, que ya esté cansado, pero la decisión que tome, debe tomarla ya,
porque la actitud que ha tenido últimamente es de mucha apatía, sale
básicamente a cumplir, pero no se me hace justo, ni para el público que paga un
boleto nada barato, ni para la trayectoria de Eulalio.
Los toros que le tocaron, sobre todo su
primero, no fue un diablo al que no le pudiera realizar una faena, más conociendo
su estilo, que no es precisamente de arte. El toro no era malo por el derecho.
Pero Eulalio no quiso saber nada de ninguno de los dos. Y luego el tema de la
espada es verdaderamente triste. No debe permitirse estas escenas. Que hizo
aire ¡pues sí, hace aire muchas veces! pero la actitud se nota, con o sin aire.
Diego Silveti, otro que repiten hasta el
cansancio. Con todo respeto que me merece la dinastía, pero aquí hay que salir
a refrendar su nombre, que los demás ya hicieron lo propio en su momento.
Ahora, si no se siente en la disposición, también es muy válido. Me imagino que
estos muchachitos deben sufrir una enorme presión por parte de todos, por
continuar con algo que a lo mejor no desean.
Estando frente al toro, de poco sirven las
dinastías. Todo se gana en el ruedo, por más que lo repitan una vez y otra,
quitando oportunidades a otros. Silveti como siempre, tuvo suerte en el sorteo,
hablando de su primer toro, y no supo cómo aprovecharla. Logró unas tandas
tibias, que en vez de llevarlas a mayor nivel, las remataba, ya cuando lograba
calentar un poquito el ambiente ¿para qué remata? ¡síguele!; y luego su segundo,
un torito sin ninguna presencia y sin calidad. Quizá era mucho desgaste para
las ganas que traía.
Afortunadamente la tarde la salvó el francés
Sebastián Castella. Él sí, no llegó a cumplir, llegó a triunfar. Cortó una
oreja a su primero y hubo quien pedía la segunda, pero tampoco es kermés. Una,
muy merecida. La gran diferencia fue la actitud en ambos toros, hasta en su
segundo, que fue muy malo.
Castella llegó como siempre, serio y escueto,
a hacer lo que sabe hacer, a pararse enfrente, quieto, inteligente y
observador, hallando la ocasión para imprimirle clase a sus faenas de poder,
quedándose muy quieto ante embestidas bruscas, poniéndole creatividad para
emocionar y conectar con la gente, y cuando había la mínima ocasión, torear con
suavidad y temple. Salvó esta tarde con sus dos intervenciones, sin poner
excusas fuera de lugar y sin detenerse por las condiciones de sus toros (su
segundo fue francamente malo).
“… que si el toro, que si el aire…”, esos
son pretextos que esconden un “no puedo”.
Hizo aire… sí, los toros fueron complicados…
sí, pero aquí triunfa el que viene decidido a hacerlo, y cuando hablo de
triunfo, no hablo de orejas.
2 comentarios:
Muy acertada tu crónica! Te felicito!
Muchas gracias Alexa. Un abrazo.
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