martes, 8 de diciembre de 2015

Excusas que esconden un “… no puedo…”

En la octava corrida de la temporada hubieron toros malos y otros menos malos. Es más, algunos no fueron malos, pero les faltó emoción, sin embargo se dejaban torear y para toreros tan experimentados como los que actuaron en este cartel, las excusas salen sobrando.
La diferencia de actitud marcó la diferencia entre un torero y los otros dos.
Anunciar los carteles con antelación en una temporada puede tener ciertas ventajas, por ejemplo, que la gente que vive fuera puede planear venir a tal o cual corrida, pero por otro lado ¿qué caso tiene repetir tres veces a toreros que no hicieron méritos desde la primera; las repeticiones hay que ganárselas y se ganan en el ruedo, con méritos actuales y méritos propios. El toro no sabe de apellidos. Pensar que todavía falta otra corrida para el Zotoluco y otra para Silveti.
Es posible que El Zotoluco ya no quiera saber nada, que ya esté cansado, pero la decisión que tome, debe tomarla ya, porque la actitud que ha tenido últimamente es de mucha apatía, sale básicamente a cumplir, pero no se me hace justo, ni para el público que paga un boleto nada barato, ni para la trayectoria de Eulalio.
Los toros que le tocaron, sobre todo su primero, no fue un diablo al que no le pudiera realizar una faena, más conociendo su estilo, que no es precisamente de arte. El toro no era malo por el derecho. Pero Eulalio no quiso saber nada de ninguno de los dos. Y luego el tema de la espada es verdaderamente triste. No debe permitirse estas escenas. Que hizo aire ¡pues sí, hace aire muchas veces! pero la actitud se nota, con o sin aire.
Diego Silveti, otro que repiten hasta el cansancio. Con todo respeto que me merece la dinastía, pero aquí hay que salir a refrendar su nombre, que los demás ya hicieron lo propio en su momento. Ahora, si no se siente en la disposición, también es muy válido. Me imagino que estos muchachitos deben sufrir una enorme presión por parte de todos, por continuar con algo que a lo mejor no desean.
Estando frente al toro, de poco sirven las dinastías. Todo se gana en el ruedo, por más que lo repitan una vez y otra, quitando oportunidades a otros. Silveti como siempre, tuvo suerte en el sorteo, hablando de su primer toro, y no supo cómo aprovecharla. Logró unas tandas tibias, que en vez de llevarlas a mayor nivel, las remataba, ya cuando lograba calentar un poquito el ambiente ¿para qué remata? ¡síguele!; y luego su segundo, un torito sin ninguna presencia y sin calidad. Quizá era mucho desgaste para las ganas que traía.
Afortunadamente la tarde la salvó el francés Sebastián Castella. Él sí, no llegó a cumplir, llegó a triunfar. Cortó una oreja a su primero y hubo quien pedía la segunda, pero tampoco es kermés. Una, muy merecida. La gran diferencia fue la actitud en ambos toros, hasta en su segundo, que fue muy malo.
Castella llegó como siempre, serio y escueto, a hacer lo que sabe hacer, a pararse enfrente, quieto, inteligente y observador, hallando la ocasión para imprimirle clase a sus faenas de poder, quedándose muy quieto ante embestidas bruscas, poniéndole creatividad para emocionar y conectar con la gente, y cuando había la mínima ocasión, torear con suavidad y temple. Salvó esta tarde con sus dos intervenciones, sin poner excusas fuera de lugar y sin detenerse por las condiciones de sus toros (su segundo fue francamente malo).
“… que si el toro, que si el aire…”, esos son pretextos que esconden un “no puedo”.

Hizo aire… sí, los toros fueron complicados… sí, pero aquí triunfa el que viene decidido a hacerlo, y cuando hablo de triunfo, no hablo de orejas.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy acertada tu crónica! Te felicito!

Luna Turquesa dijo...

Muchas gracias Alexa. Un abrazo.