La profundidad no se enseña en ninguna escuela taurina, ni
en ninguna academia de arte. Es un don. No sirven de nada las mejores
intenciones, ni la disciplina más tenaz. Tampoco sirve concentrarse, ni leer
mucho. No se logra con influencias. No se trae en la sangre, se trae en el
alma. No te la da la técnica, ni el estatus social, ni la condición física. La hondura
no se entrena como la muerte, las banderillas o el natural. Se trae, o no se
trae. Y quien la tiene, come aparte.
No es una cualidad común. Ni la sabiduría, ni el valor, ni
la mínima distancia confieren profundidad. Ser una figura consolidada no es
garantía de poseerla.
Hay seres por naturaleza profundos, y su misma escasez, los
hace tan preciados como diamantes…
Un detalle aislado pero hondo, vale muchísimo más que diez
pases ligados, navegando en las frías aguas de la superficialidad.
El Pana, Morante y Juan Pablo Sánchez conformaron el cartel del
primero de mayo en Aguascalientes, con toros de Montecristo.
No pudimos ver en todo su esplendor al genial y
controvertido Pana, por el lamentable percance sufrido. Pero lo poco que
apreciamos nos dejó un agradable sabor de boca, siempre conscientes de que este
torero es justamente de detalles.
Morante… ¿con qué palabras expresar lo sentido? ¿es posible tanta
intimidad entre tanta gente? Mientras lo sacaban a hombros, un aficionado gritó:
“Gracias Maestro”, porque es de agradecer despertarnos del aletargamiento
causado por los que pegan pases sin fondo. Es de agradecer la esencia y el
aroma.
Juan Pablo también estuvo muy bien, pero de repente hizo un
desplante al público, como buscando palmas, muy fuera de lugar. No hacía falta,
estaba toreando quieto y entregado a un toro sin movilidad. Y que la “Divina
Providencia” lo mantenga al margen de equivocaciones, como aquella cuando lo
abrazó el mismísimo empresario y le dijo emocionado (por eso lo disculpamos)… “¡Eres
un figurón del toreo!” No señor, nada de figurón todavía. El camino es largo aún.
La profundidad es expresar algo, no sólo con el corazón,
sino también con los riñones, el hígado, el páncreas, los pulmones, las
arterias y la médula espinal. Por eso al final, es tan extenuante. Y es
conjuntado con esa hondura, como “Pelea de Gallos” suena como la más conmovedora
sinfonía jamás escrita. Y entonces todos los presentes se miran, y por un
segundo coinciden y se sienten amigos de toda la vida.
Este primero de mayo, Morante le dio sentido a una
Feria, que por momentos parecía perderlo.
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