lunes, 26 de marzo de 2012

Poetas en el ruedo


El 21 de marzo, además del Natalicio de Benito Juárez y el Día de la Primavera, ahora también es el Día Mundial del Poeta. No sabía. Y es que ahora se crean fechas conmemorativas por todo, ¿para qué? no me queda muy claro.
El arte del toreo es poesía en sí mismo. Es poesía un torerillo con su lío en una caseta esperando un aventón, es poesía un novillero que renta un terno remendado una y mil veces, con los bordados otrora brillantes, ahora oxidados, y que además no le queda bien, pero es para lo que alcanza. Poesía las lágrimas de frustración de un maletilla en una tienta, a la que llegó de puro milagro y en la cual, no le dieron las tres. Es poesía la madre de un torero esperando una llamada, mientras la trémula llama de una veladora, amenaza con extinguirse.
Y ni hablar de la poesía que se hace en la inmensa soledad del ruedo. Solo el torero con su toro, susurrándose palabras con las que juntos escribirán un verso… y es entonces cuando el torero mece sus brazos en una suave verónica, templando la embestida con la ternura de quien declama sonetos que siente muy dentro. Toda la métrica y la rima contenida en una media verónica. Las banderillas que se clavan certeras, como un adjetivo bien aplicado, que adorna y alegra, que coquetea y que seduce. El desgarro de un trincherazo, que no se esconde tras ninguna metáfora. Ese desdén monosilábico, tan tajante como las palabras dichas sin compasión, como las que se dicen para herir, para abandonar, para dejar de querer. Los muletazos largos, hondos y templados, por derechazos, por naturales, la parábola del amor para siempre. Y al final la paradoja, el momento en que uno muere en el otro. Conjugados los opuestos. La vida, que todo lo vive, y la muerte que todo lo mata.
Los toreros, poetas de movimiento y de quietud, de sangre, sol y sombra. Desgarradora poesía que usa los tercios como papel y el cuerpo como tinta.
Poetas como Federico García Lorca, Rafael Alberti y Manuel Benítez Carrasco, por citar sólo a tres, han hallado su inspiración alrededor de la Fiesta Brava. Y de Lorca es este fragmento extraído del famoso “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”: -¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla! La luna de par en par, caballo de nubes quietas, y la plaza gris del sueño con sauces en las barreras-.
Así escribió Lorca, y aunque el tiempo pase, seguirá doliendo este poema como si nos arrancaran una parte de nuestro ser.

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