lunes, 12 de marzo de 2012

Cuando el olvido es la única salvación


Domingo 11 de marzo

20va Corrida

Humberto Flores
Marcial Herce
Alberto Espinoza “El Cuate”

Ganadería: José María Arturo Huerta

En los toros como en el amor, hay que saber cuándo apostarlo todo, cuándo luchar, cuándo sentirse eterno, cuándo entregar la vida porque vale la pena. Pero también hay que reconocer señales, como el tiempo que ha pasado inmerso en una terrible indiferencia.
El olvido es un lento pero infalible bálsamo ante cualquier dolor. Un arma necesaria, si es que deseamos seguir adelante.

El olvido puede salvar de la amargura a corazones eternamente necios. Constituye una balsa, en medio de aguas embravecidas por la impotencia, la injusticia, la falta de balanza entre lo dado y lo recibido. La duda eterna que pregunta…¿qué faltó? ¿qué no di? ¿quién dio más? ¿dónde me equivoqué? ¿Valió la pena lo que perdí en este intento? Y lo obtenido como respuestas a todas las interrogantes… un obscuro y profundo silencio. Un silencio ante la carencia de explicaciones. El silencio que sigue, cuando no queda nada qué decir.

Esta tarde, la de la 20va corrida de la Temporada en la Plaza de Toros México, fue gris desde el principio. Porque ¿cuándo llueve en marzo? Será el cambio climático, será el calentamiento global, o será más bien que no estaba el ánimo para dar toros.

De esta tarde ¿qué debemos recordar? A tres toreros que tras dejar la vida en los ruedos, no tienen mayor reconocimiento. Un Humberto Flores que a cuestas lleva los sueños inconclusos. “El Cuate” Espinoza, que no halla cuáles deben ser los méritos para torear a tiempo y de manera adecuada en la Plaza México, porque lo que hizo en la pasada temporada, parece que no son los que valen por acá. Un Marcial Herce, perdido en el abandono del tiempo, que sigue tratando de conseguir un lugar que quizá estaba marcado que nunca tendría.

Esta fue una tarde fea, por la lluvia, los toros, los resultados.

Por lo tanto, como remedio ante la amargura, los pensamientos que atormentan, las preguntas ante los imponderables climáticos, la mala suerte en la designación de la ganadería, o esos tres avisos que es mejor hacer como que nadie escuchó… el único consuelo es el tiempo, seguido del olvido.

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