domingo, 29 de noviembre de 2009

Cuando la arrogancia es superior al misterio por decir


Narciso era hijo del dios del río Cefiso y de Liriope. Se predijo que viviría muchos años, siempre y cuando no se viese a sí mismo. A los 16 años Narciso era un joven apuesto, que despertaba la admiración de hombres y mujeres. Su arrogancia era tal que ignoraba los encantos de los demás. Fue entonces cuando la ninfa Eco se enamoró de él. Narciso la rechazó, la joven languideció y sus huesos se convirtieron en piedra. Pero no fue la única y una de las despechadas quiso que el joven supiese lo que era el sufrimiento ante el amor no correspondido. El deseo se cumplió cuando un día Narciso descansaba junto a un lago cristalino que proyectaba su propia imagen, con la que quedó fascinado. Se acercó al agua y se enamoró de lo que veía, hasta el punto de dejar de comer y dormir por el sufrimiento de no poder conseguir a su nuevo amor, pues cuando se acercaba, la imagen desaparecía.

Obsesionado consigo mismo, Narciso enloqueció.

… La fiesta pasa por un momento de apatía, mafias, carteles grises, escasez de toreros nacionales, y lo último que necesita una afición en extinción es un torero fenómeno que no quiere cámaras de televisión en la plaza.

A la plaza México, la más grande del mundo, le caben 50,000 personas cuando se llena, de las cuáles sólo un 10% son verdaderos conocedores del arte taurino.

No pude asistir este domingo 29 de noviembre a la plaza, pero segura estoy de que la llenaron villamelones y celebridades, estrellitas marineras con recién iniciada telenovela, cantantes a punto de lanzar nuevo disco, conductores de programas, chicas doradas, y otras monerías de nuestro “talentoso” ambiente del espectáculo, todos hallando el escaparate ideal para promocionarse, otros para dejarse ver o para decir que estuvieron ahí, pero sin entender nada de lo que veían.

En cambio, de los pocos taurinos verdaderos que quedan en México, muchos no pueden ir a la plaza por varias razones… quizá limitaciones físicas que les impide accesar a túneles y escalinatas, residencia en otros lugares de la república, o simplemente la crisis económica que ha golpeado fuertemente a miles de familias en nuestro país, claro… al Olimpo no llegan noticias de ese estilo.

Es de todos sabido la condición de José Tomás de no permitir la entrada de cámaras de televisión a las plazas, pero se me hace un acto de soberbia y egoismo desmedido.

¿Cómo le dices a una afición que te ha apoyado y a un país donde te has formado como torero, que no pueden verte porque a ti no se te da la gana? Ingrato.

Te pregunto… Príncipe de Galapagar, como luego te llaman..¿te interesa llegar a ese 90% de villamelones que seguro llenaron la plaza sin saber tu historia, tu mérito, tus cornadas, tu sufrimiento, que sólo están ahí porque es el evento de moda, pero igual les hubiera dado ir a cualquier otro? Y ¿todos los demás?, que de verdad te admiramos, que te hemos seguido, que entendemos tu arte y que aunque no sea la misma magia en la tele que en vivo, deseamos y valoramos más que nadie un sólo recorte, un sólo lance, un sólo desplante, un sólo natural. Te importamos poco. Ten cuidado Maestro… recuerda que sólo Dios es eterno, y un día, quizá, te cantemos un cachito de una canción de tu querido Sabina:

“Ahora es demasiado tarde princesa… búscate otro perro, que te ladre princesa”.

Por otro lado, sin deberla ni temerla, nos privas de la ocasión de disfrutar de un joven y carismático matador mexicano, El Cejas.

Pero, volviendo a José Tomás, y perdón por la amargura, es un torero que se pone donde nadie y torea al natural como nadie. Un torero de silencio, poesía y misterio.

Cuentan en una entrevista que su abuelo le inculcó el gusto por los toros, y le inició en la solemne liturgia que celebra la vida ante el presagio de la muerte. Dicen que ese niño miraba en silencio, porque en la plaza nunca se habla de más, porque a la plaza se va a estar callado.

Rafael Gómez, El Gallo, respondió ante la pregunta… ¿Cuándo diría usted que un torero es artista?"… "Cuando tiene un misterio que decir, y lo dice".

Esto es José Tomás.

Le preguntaron a José Tomás por qué regresaba a los ruedos, a lo que respondió… “Para volver a vivir.”

Permítenos entonces, vivir a todos.

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