Una tarde que parecía nunca acabar.
Si algo hay que decir de estas corridas
de toreros banderilleros, es el alarde de facultades que hace cada uno. Sobre
todo, la forma de correr hacia atrás del Fandi, y cómo, cuando tiene la
oportunidad, hacer que el toro frene su embestida a su voluntad. Ese dominio
del toro a cuerpo limpio es lo mejor de este tipo de toreros. Lástima que hoy
no tuvieron materia prima en lo absoluto.
Empezando con el rejoneador, que hablando
con toda justicia, salió muy catrín con su tacuche de Justo Algaba para estrenar
esa tarde. Ya ven que hasta sale en el “feis” que si vestido con Ermenegildo
Zegna y que si con Hugo Boss, si de que tiene percha la tiene y de que tiene para
vestir con esas garritas también lo tiene.
Pero hablando de su quehacer taurino,
esta tarde el toro que le tocó no fue malo para rejones, al contrario, el
torito colaboró y lo dejó estar. Hasta lo hubiera dejado lucirse si hubiera
tenido las artes para hacerlo. Y no es que lo haya hecho mal… no. Inclusive
hubo momentos buenos, pero demasiado tibios. Nunca conectó con la gente, ningún
episodio de su faena pasó a mayores, no hubo ni cercanía suficiente, ni temple
suficiente, ni suertes que lograran trascender. El momento más emotivo en este
primer toro corrió a cargo de los Forcados Hidalguenses, esos segundos previos,
donde la gente los acompaña con sus palmas y se siente la emoción que logran
transmitir estos muchachos tan valientes y luego su pega tan buena.
En términos generales, esta corrida
resultó tediosísima, faenas eternas donde no había razón para alargarlas tanto.
Ningún toro valió la pena, salvo el del rejoneador que cooperó con el de a
caballo, aunque sin ninguna emotividad.
Empezó la tarde con “el menos pior”, el
del Conde, que de ninguna manera fue bueno. Donde lo único que se rescata son algunos
detalles de Alfredo, quien a pesar de que antes era de los toreros que le
gustaba hacer show, ya cambió, está muy puesto y es muy serio. Con mucho temple
y verticalidad cuando así le es permitido. Y la estocada en su segundo, en buen
sitio y fulminante. Su primera faena duró el tiempo adecuado, no entiendo por
qué alargó tanto la segunda, si no iba a poder hacer nada por la falta de
calidad del toro. No mereció de ninguna manera orejas, estuvo bien el juez en
negarlas, pero sí merecía dar una vuelta al ruedo en cada uno de sus
toros ¿por qué la gente pide orejas, pero no pide vueltas al ruedo? Es
incongruente.
Y los otros dos toreros, con toros que no
se prestaron para hacerles absolutamente nada, toros sin fuerza, sin raza, sin
transmisión (todos en general).
Y como cuando una mujer es vulgar, por
más que se ponga mameluco o pants y sin gota de pintura, sigue siendo vulgar,
así les pasa a “El Zapata” y “El Fandi” (este último disfrazado de la Gran
Calabaza). Toreros corrientes, amantes del show… y ahí estaba “El Zapata”,
arrancándose a dar la vuelta al ruedo por sus banderillas… “¡pérate tantito… no
exageres! En fin, cortes de toreros que a veces emocionan mucho a mucha gente,
pero que sacan más chispas que cable pelado de alta tensión, en charco de agua.
De la tarde tan aburrida, me quedo con
detalles del Conde tanto en su toreo como en sus actitudes en general -en
contraste con sus alternantes- y su estocada a su segundo, también me quedo con
los Forcados Hidalguenses, quienes siempre emocionan mucho a la gente con sus
pegas.
Por lo demás, vamos tomándonos unos
tequilas para apurar al olvido.
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