El pasado viernes 26 de septiembre, se cumplieron 30 años de
la muerte de Francisco Rivera “Paquirri”, en Pozoblanco. El toro que le dio la
cornada mortal (o no mortal) fue “Avispado”, de la ganadería de Sayalero y Bandrés.
Su muerte seguirá causando polémica. Una muerte prácticamente
registrada por una cámara, en una época en que no era tan fácil como ahora,
tomar ese tipo de imágenes en lugares tan íntimos, como la enfermería de una
plaza. Un video estremecedor, inicialmente sereno y que luego se tornó tan
dramático.
Cuando ésto sucedió, todo mundo se cuestionó… ¿Era esa una cornada
de muerte? ¿fue una muerte necesaria?… Seguramente no era mortal. El mismo “Paquirri”
sabía qué es lo que el médico debía hacer, que no lo hizo por nervios, o por
falta de equipo, sólo Dios sabe, pero el caso, es que médicamente, no era para
morir esa tarde. ¿Mala atención, o destino?
Pero quizá, para que la Fiesta siga conservando los
resquicios de verdad que aún le quedan, sea ésta, una muerte necesaria.
Necesaria pero absolutamente dramática e indeseable, como todas las muertes de
toreros, subalternos o participantes en un festejo taurino. Este tipo de sucesos
son los que le dan su esencia a la Tauromaquia, actualmente más preocupada por
otros asuntos, que por conservar su solemnidad y su liturgia. Lamentablemente
este tipo de historias deben existir para que recordemos -en una Fiesta que día
a día pierde su emoción y su profundidad- que son torero, toro y muerte, los protagonistas.
Actualmente entre galas y reflectores, novillos toreados por
Matadores de toros, modelitos de pasarela, mafias, monopolios y demás
distractores, se nos olvida lo más importante: los toreros son hombres que se
juegan la vida cada tarde, no son galanes de novela, ni caras lindas para
portadas del “Hola”, aunque a veces hasta ellos mismos se confunden.
Cada que sucede una tragedia como ésta, nos consternamos,
como si no fuera cotidiano el enfrentamiento entre hombre y muerte. Como si no
fuéramos conscientes que a veces ella, tiene que ser la vencedora, que la
incertidumbre es necesaria para darle seriedad al tema. No se trata de una
estrategia de marketing, ni una fantasía, está presente, aunque
afortunadamente, casi nunca se roba la escena.
La muerte de “Paquirri”, como otras, sirve de llamada de
atención para todos los que buscan banalizar una Fiesta que es profunda de
esencia. Quizá por eso, algunos deben ofrendar su vida para engrandecer de
nuevo, lo que tiende a empequeñecerse.
monibay@hotmail.com
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