Sin importar el resultado de la corrida de ayer, yo hacia El
Pana siento eterno agradecimiento por el simple hecho de existir…
A través de El Pana he aprendido a desarrollar un
sentimiento de esperanza, de fe ante el milagro por suceder, como cuando
alguien atestiguó una manifestación espiritual y lo propagó, y la gente se
reúne en el mismo lugar, esperando el mensaje, y si no lo ve ese día, no
significa que no exista, y tampoco significa que ahí terminó su fe… simplemente, que hay que regresar una vez y
otra vez… y las veces que sean necesario… y significa que aunque hayan sido
escasas manifestaciones, fueron tan fuertes, como para validarlo eternamente y
como para ser un fiel devoto.
Al Pana lo admiro porque no ha tenido miedo nunca al qué
dirán, porque se ha creado una personalidad propia, que tiene de teatral, lo
que tiene de real.
Porque con un solo detalle me ha hecho sentir, lo que muchas
Figuras no han logrado con decenas de muletazos.
Gracias al Pana, muchos aficionados, sobre todo nuevos,
pueden conocer esa parte romántica del toreo… esa parte donde todavía existen
soñadores, maletillas que caminan la legua con un lío en la espalda. Él es el
representante de ese sector de la Fiesta, que es el que más verdad le da. Esa
verdad que ahora más que nunca escasea, que ahora más que nunca hemos visto prostituida
por aquellos que más debieran defenderla, antes de enriquecerse a costa de aficionados que pagan un boleto
de corrida para ver una novillada.
Sin ser yo quien emitir una opinión respecto a las
decisiones del Pana, creo que ahora sí, el momento del retiro es por demás
prudente. Pero que le quepa la seguridad al Brujo de Apizaco, que lo que ha
dejado en la historia del toreo, quedó grabado a cincel. Que nos ha dejado un
legado de personalidad, de Romanticismo, de arte, que dudo mucho que algún
torero, por más Figura que sea, pueda igualar.
Gracias por todo mi querido Brujo.
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