José Miguel Arroyo “Joselito” regresó a los ruedos sólo por
una tarde, el domingo 15 de junio, en Istres, Francia. Alternando con Morante
de la Puebla y Cayetano Ortiz, quien tomaba la alternativa. Los premios para el
madrileño, cuatro orejas y un rabo y la emoción y nostalgia para quienes
estuvieron ahí, reviviendo las hazañas de un torero de historia. A ésto se sumó
la maravillosa música que acompañó a las faenas, un concierto de espíritus en
convergencia. El evento fue importante, no por los toros, ni por la plaza, sino
por ser Joselito quien es y quien siempre será; por su legado a una Fiesta que
no muere gracias a hombres como él.
Joselito, un torero clásico y temperamental, que dejó un
gran vacío cuando, siendo aún muy joven, decidió retirarse, sin hacer mucho ruido,
porque ya no se sentía en el ánimo de seguir. Su estética reflejó su carácter y
su vida. Poseedor de un lenguaje tajante y austero, tanto en su hablar, como en
su torear, como en su estar. Grande por sí mismo, grande sin adornos.
Un hombre que desde niño tuvo que pasar por duras pruebas y
que fue salvado del fango, gracias a su convicción de ser torero.
¿Y ahora? ¿tras sentir de nuevo el nervio, al vestirse de
luces? ¿ tras revivir la gloria de salir en hombros? Quizá no haya más tardes ¿qué
importa?
La Tauromaquia es la consecuencia de la vida, o más bien, la
vida misma.
La Tauromaquia de José Miguel Arroyo nos recuerda que la
verdad, además de en el toro, está en uno mismo y en ser… lo que siempre hemos
sido.
José Tomás… ¿sino o consigna?
José Tomás reapareció en Granada, el pasado jueves 19 de
junio, renovando su sitio de leyenda viviente. Estuvo enorme, porque emociona y
se queda quieto, porque cita de frente, porque entre él y el toro, no cabe nada
más. Sin embargo, de nuevo la tensión y la angustia, hicieron acto de presencia.
Por un instante, rematando una tanda de muletazos, le perdió la cara a su
segundo toro -primer ley en la Tauromaquia: NUNCA debes perderle la cara al
toro, ni aún en el arrastre- y se llevó una tremenda voltereta que lo dejó
tumbado boca abajo en la arena, conmocionado y con una costilla rota, y todos
temiendo, una vez más, lo peor. Momentos de intenso dramatismo, hasta que el
diestro salió de la enfermería todo desmadejado, para darle muerte al toro,
cortándole dos orejas. Algunos opinan que el sino de José Tomás es caminar por
esa fina línea que divide a la tragedia de la gloria… yo aún no estoy muy
segura si llamarle sino… o llamarle consigna.
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