lunes, 17 de junio de 2013

El asunto de Utrera


Mi afición por los toros nació sin que yo me diera mucha cuenta. Fue un asunto de crecer con eso. Desde niña escuchaba hablar todo el santo día de toros. Oía pasosdobles, coplas, flamenco, poesía, pláticas de tal o cual torero, programas en la TV y recuerdo ir en coche por alguna carretera en domingo y mi papá buscando en la radio la XEW, para escuchar la transmisión desde la Plaza México. Sin querer, uno va aprendiendo esas cosas, y sin darte cuenta, ya son parte de tu vocabulario. Mi papá siempre nos hablaba a mi hermano y a mí con frases taurinas…  hasta para levantarnos para ir a la escuela. Y a la fecha nos habla igual.
La mayoría de los que tienen afición por la Fiesta, la adquirieron desde niños, porque es cuando se asimilan las costumbres, es cuando se aprende todo desde su esencia. Un niño es un ser sin juicios preconcebidos. Está descubriéndolo todo desde la perspectiva más clara.
Durante la infancia es donde se forjan los recuerdos más entrañables, los olores que nunca se olvidan. Un niño está abierto a todo. Es un ser tan sensible, que es capaz de captar aquello que un adulto pasa por alto. Y algo muy importante, durante la infancia se siembran los valores que cimentarán a una persona.
Por eso, el hecho que se prohíba a los niños entrar a ver una corrida de toros, es muy grave.
La semana pasada anunciaron que se prohibió en Utrera la entrada a las corridas de toros a niños menores de siete años. No sé qué tantos toros se darán en este municipio, lo que si sé, es que Utrera es la cuna del toro bravo, por tantas ganaderías que han sido pie de cimiente de muchas más. Un lugar donde están enclavadas vacadas de la importancia de Murube y Guardiola, o la finca donde murió Belmonte.
Lo grave es que sembraron su semilla maloliente en esta tierra taurina, como un barato símbolo de poder, porque, por ejemplo, prohibir los toros en Sonora, no afecta a la Fiesta en México, pero ya meterse en Utrera, es grave.
En todos lados se cuecen habas. Dirigentes políticos ocupándose de ésto, como si no tuvieran crisis económicas qué atender, como si no pudieran pensar en conservar fuentes de empleo o en crear nuevas, en impulsar nichos de turismo en una región tan rica en costumbres. Están mostrando descaradamente su incapacidad de crear iniciativas que de verdad beneficien a una sociedad.
Podrán hacer lo que quieran, pero nadie puede prohibir a los padres llevar a sus niños al campo, a presenciar la grandeza y el privilegio de haber nacido toro bravo.

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