Mi afición por los toros nació sin que yo me diera mucha
cuenta. Fue un asunto de crecer con eso. Desde niña escuchaba hablar todo el santo
día de toros. Oía pasosdobles, coplas, flamenco, poesía, pláticas de tal o cual
torero, programas en la TV y recuerdo ir en coche por alguna carretera en
domingo y mi papá buscando en la radio la XEW, para escuchar la transmisión
desde la Plaza México. Sin querer, uno va aprendiendo esas cosas, y sin darte
cuenta, ya son parte de tu vocabulario. Mi papá siempre nos hablaba a mi
hermano y a mí con frases taurinas… hasta para levantarnos para ir a la escuela. Y
a la fecha nos habla igual.
La mayoría de los que tienen afición por la Fiesta, la adquirieron
desde niños, porque es cuando se asimilan las costumbres, es cuando se aprende
todo desde su esencia. Un niño es un ser sin juicios preconcebidos. Está descubriéndolo
todo desde la perspectiva más clara.
Durante la infancia es donde se forjan los recuerdos más
entrañables, los olores que nunca se olvidan. Un niño está abierto a todo. Es
un ser tan sensible, que es capaz de captar aquello que un adulto pasa por alto.
Y algo muy importante, durante la infancia se siembran los valores que
cimentarán a una persona.
Por eso, el hecho que se prohíba a los niños entrar a ver
una corrida de toros, es muy grave.
La semana pasada anunciaron que se prohibió en Utrera la
entrada a las corridas de toros a niños menores de siete años. No sé qué tantos
toros se darán en este municipio, lo que si sé, es que Utrera es la cuna del
toro bravo, por tantas ganaderías que han sido pie de cimiente de muchas más.
Un lugar donde están enclavadas vacadas de la importancia de Murube y Guardiola,
o la finca donde murió Belmonte.
Lo grave es que sembraron su semilla maloliente en esta
tierra taurina, como un barato símbolo de poder, porque, por ejemplo, prohibir
los toros en Sonora, no afecta a la Fiesta en México, pero ya meterse en Utrera,
es grave.
En todos lados se cuecen habas. Dirigentes políticos ocupándose
de ésto, como si no tuvieran crisis económicas qué atender, como si no pudieran
pensar en conservar fuentes de empleo o en crear nuevas, en impulsar nichos de
turismo en una región tan rica en costumbres. Están mostrando descaradamente su
incapacidad de crear iniciativas que de verdad beneficien a una sociedad.
Podrán hacer lo que quieran, pero nadie puede prohibir a los
padres llevar a sus niños al campo, a presenciar la grandeza y el privilegio de
haber nacido toro bravo.
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