lunes, 25 de marzo de 2013

La felicidad


La felicidad es un concepto complejo, por su carácter absolutamente subjetivo y por su intrínseca intangibilidad, aunado ésto, a su condición efímera.
Es un estado del espíritu ambicionado por todo el mundo. Una meta universal.
Un momento de felicidad es como hallar un tesoro. Es un estado donde nada importa. Como estar en la gloria unos minutos. Como detener el tiempo. ¿Quién no recuerda la embriaguez del enamoramiento? aunque haya durado poco.
La felicidad es como, en un instante, haber logrado la plenitud. Como si de repente, todo tuviera sentido. Y entonces las cosas fluyen sin obstrucción y nos sentimos en paz y creemos en el porvenir.
“Morante me ha dado diez minutos de felicidad”. Esas fueron las palabras exactas del Matador Emilio Muñoz refiriéndose a Morante de la Puebla, mientras narraba la faena a su segundo toro, de la ganadería de Juan Pedro Domecq, el pasado 19 de marzo en la Feria de las Fallas de Valencia.
Diez minutos de felicidad es un gran regalo para cualquiera, para todos los que lo vimos. El gran regalo de la expresión. Morante conmovió con su sentimiento, nuestro propio sentimiento.
Porque la felicidad es olvidarte por unos momentos de todo, tus problemas, tus tribulaciones, tus dudas y tus deudas, tus amores no correspondidos, tus fallas cardiacas y tus carencias circulatorias, tus lejanías, tus recuerdos desterrados, tus decepciones, tus puertas cerradas. Ser feliz es estar ajeno a todo, en un estado único de gracia ¿Qué importa nada? sólo atesorar en la memoria aquello que provocó dicho sentimiento. En ese momento se tiene certeza de todo. Y hay que sujetar ese instante, con el último resquicio que nos quede de lucidez.
Morante salió gustándose desde el inicio. El toro, sin ser el mejor, porque no humillaba, colaboró con el artista, y él se acomodó y entendió su embestida, y tomó la decisión de hacer una faena que durara por siempre.
Con el capote jugó los brazos con gran suavidad, acompañando cada lance con la barbilla encajada en el pecho. Luego, cada muletazo fue ejecutado no sólo con el cuerpo, también con el alma.
Morante puso en una bandeja su corazón. Nos dio el regalo de la extensión y de la profundidad, en un pase de pecho que siento que aún no ha terminado. Y luego, salió de ese pase de pecho, como quien sale de un trance, extasiado, consciente de lo hecho, jadeando… porque de esta corrida, lo que ha quedado no es la gran faena de Ponce, ni la puerta grande de Luque. Ha quedado Morante… y toda su dimensión.

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