martes, 3 de mayo de 2011

Hace 100 años nació un Maestro


Publicado en Novedades Quintana Roo
La fiesta brava en México está de fiesta. Se cumplen 100 años del natalicio de uno de sus más grandes toreros.
Fermín Espinosa Saucedo, hijo de Fermín Espinosa Orozco y de María Saucedo Flores, nació un 3 de mayo de 1911, en Saltillo, Coahuila.
Su padre, banderillero, adoptó el sobrenombre de “Armilla” por un banderillero español, Esteban Argüelles. Así, Don Fermín dio inicio a una dinastía que aún dura hasta nuestros días.
Nombres como éste quedan por siempre grabados en la historia, no solo de la fiesta de los toros, sino de todo un pueblo.
Fermín Espinosa Saucedo “Armillita”, marcó la distancia entre el querer y el poder. Fue, a diferencia de las actuales “figuras” del toreo, siempre constante, sin reveses, sin complejos nacionalistas, sin achicamientos. Un torero con verdad, que marcó terrenos dentro y fuera de los ruedos, con la maestría para entender a sus toros dándoles siempre la lidia adecuada. Puso a temblar a sus colegas españoles, al grado de provocar un boicot en contra los toreros mexicanos de su época, por no decir, un boicot directo hacia él. Eso actualmente no existe. ¿Quién de nuestras actuales “figuras” podría hacer sombra a las figuras españolas, toreando más que ellos en su propia tierra? Ninguno. ¿Quién de los actuales ha tenido una carrera con tanta consistencia y tantos triunfos sostenidos en México y en España? Ninguno. ¿Quién de los de hoy ha sido capaz de crear rivalidades tan apasionantes y tan recias como lo hizo él con Lorenzo Garza? Ninguno… con nadie. Por eso, estos toreros son Inmortales.
Fermín no solo fue un torero de poder, Fermín toreó como quiso.
Todas sus faenas fueron ligadas, estructuradas, con arte, con sentimiento y en un palmo de terreno. Se decía que era un torero frío pero quizá daba la impresión de frío porque nunca dejaba nada a la suerte. No debemos confundir maestría con frialdad.
El Maestro afirmaba que cada toro tiene su lidia y el secreto está en sabérsela dar. Él le daba a cada toro la lidia particular que requería, tomando en cuenta querencias y distancias.
Entre las faenas inmortales del Maestro Fermín destaca la realizada al toro  “Clavelito” de don Vicente Martínez, el 29 de julio de 1934, en Barcelona. Describen esta faena como un derroche de poder, entendimiento y técnica. Conjunción de materia y espíritu. Los premios: dos orejas, rabo, cuatro patas y ¡las criadillas!
Otra faena histórica fue al toro “Pardito”, de San Mateo, en El Toreo, el 20 de diciembre de 1936, donde le otorgaron una pata…
La crónica de la faena “Clarinero” de Pastejé, en enero de 1943, muestra lo grande de esta hazaña, crónicas que hoy en día, nadie inspira:
Carlos Septién García: “Equilibrio de forma y fondo, de contenido y continente. Parecía que Fermín había salido, no del burladero de matadores, sino de alguna de las rancias páginas del clásico tratado taurino de Sánchez de Neira. Y es que Armillita sabía, que podía torear así a un toro que no había permitido escarceos en el toreo de capa, y que había pegado duro a los de la aupa. Luego, la faena continúo armoniosa, perfecta, justa. Toreó en redondo con la derecha, con precisión asombrosa. Naturales rematados en exacto alarde de sobria modernidad con el afarolado a lo Gallo. Se había cumplido ante nosotros la precisión de los mejores cánones taurinos. Cien años de torera experiencia acompañaron al espada en su obra. Perfección de terrenos  y tiempos de las suertes. Con la serena majestad de esta faena, Fermín Espinosa Armillita pasa a las páginas gloriosas del toreo universal.”
Ante veintisiete históricos pases naturales al toro “Nacarillo”, Mariano Alberto Rodríguez escribió: “Miremos esta faena en toda su deslumbrante simetría: faena de arco y columna. Hecha de los más puros y firmes elementos que la tauromaquia ha creado en siglos de lucha, de dolor y de triunfo con los toros bravos; admirémosla como expresión sólida, cabal, perfecta de la más rancia y limpia doctrina torera. Esa que probaron y formaron en mil tardes de sol y de hachazos los Paquiros y los Guerra. Esa que sellaron con su sangre los Tatos y los Esparteros, esa que mantuvo en lucha de decenios a los Frascuelos y a los Lagartijos. Esa que en fin, hace hoy, de Fermín Espinosa, como entonces de aquellos definidores de la tauromaquia, el torero en que se depositan la mayor ciencia y la más ilustre escuela.”
La despedida de Fermín en la Monumental Plaza México fue el domingo 3 de abril de 1949. Vinieron de España grandes personalidades de la nobleza, el toro, el espectáculo y la política.
Fermín, con un capote de paseo con la imagen del Cristo del Gran Poder y un terno blanco y oro, apareció en la Puerta de Cuadrillas, ante una inmensa ovación. Fue su padre el encargado de quitarle el añadido.
El Maestro de Saltillo, murió el 6 de septiembre de 1978. Pero la dinastía continuó con sus hijos Manuel Espinosa Acuña, Fermín Espinosa Menéndez y Miguel Espinosa Menéndez.
Fermín Espinosa Armillita, no hubiera podido ser otra cosa más que torero… y fue uno muy grande.

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