La Otra Cara de la Fiesta en México
Cuarta Entrega
El sábado emprendimos el viaje tempranito hacia Apizaco, ya que Daniel Muñoz, ganadero de Zacatepec convocó a una fiesta privada y familiar para un grupo de aficionados prácticos que se juegan la vida sin más recompensa que el riesgo mismo y la incontenible necesidad de expresar lo que traen dentro.
Llegamos por fin al lugar de los hechos y de inmediato se fueron a cambiar los toreros. Desde ese momento ya se sentían los nervios ¿y cómo no?, si estos personajes son admirables. Sin necesidad alguna de jugarse la vida o arriesgarse a un mal golpe, están ahí, con más afición y entrega que muchas “figuritas del toreo”, y sin ganarse un centavo, al contrario, pagando por vivir una vez más esa sensación embriagadora, la del miedo buscado.
En primer lugar salió Luis Miguel Martínez, su novillo no fue una perita en dulce, se revolvía muy en corto, pero el torero en todo momento demostró valor y afición.
El siguiente turno fue para Mauricio Ocampo hijo, quien compartió su animal con su señor padre. Ambos estuvieron extraordinarios, con mucho arte y valor. Mis respetos para Mauricio padre, quien se llevó un feo arropón levantándose sin verse la ropa.
Luego siguió Miguel Cazanueva. Este señor tiene gran carisma, y una afición y valor mucho más grande que él mismo. Su gran bigote le da ese toque Porfiriano tan personal. Su novillito tampoco fue fácil, sin embargo, estuvo muy valiente.
¿Qué va a saber el arte de edades? Si sólo está para atender a la más íntima necesidad de expresión.
El cuarto de la tarde, y sin duda alguna el ejemplar de más calidad, le tocó a Curro de los Reyes, quien nos brindó momentos que tan sólo de recordarlos, se nos hace un nudo en la garganta.
Este legendario aficionado práctico destapó una vez más el pomo de las esencias y nos demostró que es un torero de pellizco. Le sobra afición, inspiración y verdad. Ejemplo auténtico de que el arte no es cuestión de cantidad, sino de calidad.
Su conexión va más allá del animal y el público, es una conexión casi celestial. Un sólo desdén… y se acabó el cuadro. Me impresionó como la gente presente, guardábamos un silencio casi conventual, hasta que surgía el milagro.
Y luego… el convivio.
No faltó la hora de la poesía en la que Belmont y Luis Miguel nos deleitaron con dos bellas poesías del maestro Benítez Carrasco, sin faltar el tradicional ¡Olé! al finalizar cada poesía.
Mi agradecimiento a Daniel Muñoz, el encantador y entusiasta ganadero, quien funjió como picador con una afición desmedida, montado en su mula, que a gritos pide que, en caridad de Dios, le cambien el peto por uno nuevo.
Un día inolvidable, rodeado de personajes de novela.
Vaya mi más grande admiración y respeto por todos los aficionados prácticos, quienes viven la fiesta con más intensidad y verdad que muchos, sin otro fin, que alimentar su espíritu al precio que sea.
3 comentarios:
Olé por los aficionados prácticos, su afición va más allá de ver los toros desde la barrera. En especial mi reconocimiento a don Curro de los Reyes, quien tanto me enseñó de afición, de toros y de la vida. Un gran abrazo Currito y muchas felicidades Luna por este post tan bonito.
Muchas gracias querido Zoromático por sus palabras.
Perdón... Zorombático...omití una letra.
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