Aquellos que no eran aficionados pero estuvieron
este domingo en la plaza, ya lo son.
El toro bravo es el eje de la Fiesta y Fantasma,
de la ganadería de Enrique Fraga, junto con sus lidiadores (caballero y caballos),
estremecieron a todos. Este día marcó la vida de varios. Demasiadas emociones
conjugadas, un torbellino, un huracán, un tornado…
Rabo en Madrid, puertas grandes, salidas
a hombros… para llegar a México como si la cuenta estuviera en ceros; esta es la
esencia de los grandes: ningún triunfo es suficiente, la lucha nunca termina.
El domingo 11 de noviembre de 2018, la Plaza
México perteneció a Diego Ventura y a Fantasma, con todo lo que había dentro.
Entre las imágenes que quedarán para
siempre: un caballo esperando en puerta de toriles a un Fantasma, con expresión
seria, consciente del compromiso. Un primer encuentro garrocha en mano,
evocando faenas camperas… y el toro empezando a mostrarse, luego, rodando el
caballo a su alrededor, como dos enamorados en potencia, haciendo un primer
contacto, acercándose… uno coquetea, el otro responde. Un Fantasma que no deja
de acometer, creciéndose con el rejón, embistiendo con cadencia, mientras
caballo y caballero torean a la distancia exacta, a la velocidad exacta. Círculos
que se trazan alrededor del toro, los tres comprometidos en tablas, de costado
y de pronto un trincherazo por dentro; un toro que se crece en cada banderilla;
caballo, toro, torero leyéndose el pensamiento. Una vuelta de costado que se
antoja infinita, preparando, con la naturalidad del que sabe a dónde va, un hermoso
recorte por adentro. Un público enloquecido, reafirmando aficiones y fundando
nuevas. Caballos valientes, caballos artistas.
Diego… Fantasma ¿dónde habrán cruzado por
primera vez miradas? como si el destino, como si la vida, como si los sueños…
Un caballo que camina para atrás, para ir
de frente, decidido y retador; torear de nuevo de costado, aprovechando la
alegría de Fantasma, que tomó la decisión de volver a su campo, a sus vacas, a
su hogar, que fue lidiado como lo merecía su estirpe y su bravura. Qué
trincherazos por adentro, y qué forma de estar seguros los tres de lo que están
haciendo, aguantando, entregándose, comprendiéndose.
Precisión, matemática, técnica, pero
también emoción, corazón y sensibilidad. Giros comprometidos. Un caballo al que
se quita la cabezada, demostrando la doma y las confianzas ganadas, donde el
caballo se expresa libremente, sin voltear a ver lo que deja atrás, luciendo su
belleza y arrogancia, confiando absolutamente en su socio, quien hace lo suyo mientras
Fantasma sigue firme en su proyecto de regresar a casa; todos los involucrados
están totalmente entregados, no hay vuelta atrás… es el éxtasis.
La Fiesta Brava no necesita que exageren
su belleza, lo que necesita son toros como este y faenas como esta, que hablen
por sí solas, que emocionen por sí solas, que sean el motivo de estar ahí.
1 comentario:
Felicidades muy buena prosa, tuve el privilegio de estar ahí. Lo citas muy bien.
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