martes, 27 de noviembre de 2018

Para no perder la maravilla…

3a Corrida


De vez en cuando la vida se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas, por no romper el hechizo…

Joan Manuel Serrat.


Hay veces que ansiamos tanto la maravilla, que cuando llega, no la sabemos manejar, no sabemos sostenerla; es un recién nacido entre nuestras manos.
Queremos que dure por siempre; al principio nos recreamos, nos gustamos, nos dormimos en la suerte; hacemos maravillas con la maravilla; nos lucimos, cuajamos unas tandas hermosas y templadas, naturales y profundas, y la gente se da cuenta y nos abre paso y hacen un círculo a nuestro alrededor y nos admiran y nos aplauden y sienten lo que sentimos y los contagiamos con nuestra felicidad; sabemos que es tan difícil de encontrarla, que no queremos que se nos reviente entre las manos “como pompas de jabón” diría Machado. Y luego, ante tanta maravilla, nos agotamos de cuidarla y nos atascamos y nos atracamos y nos engolosinamos y la hostigamos y la fastidiamos y al final, es ella la que quiere huir, dejándonos desconcertados, solos y tristes. Le dimos de más, nos dio de más. Se nos pasó de faena el romance, no lo rematamos a tiempo, en lugar de pasar al siguiente nivel, más profundo y espiritual, nos quedamos en el más primario, en el más elemental, que no por ello dejó de ser bello.

De tanto anhelarla, nos cayó irónicamente de sorpresa, como si no la mereciéramos, como si no hubiéramos soñado toda la vida con su llegada. Así pasa y es triste, quizá más triste que si nunca hubiera llegado, porque de ser así, la responsabilidad no hubiera recaído sobre nosotros, sino sobre el destino o la vida… o como cada quien buenamente quiera llamarle.



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