sábado, 14 de noviembre de 2015

Los cariños que se aprenden

Hace unos días murió Jorge López “El Negro”.
Era mozo de estoques, el mejor del mundo. Todo lo dejaba perfecto y el compromiso de su Matador, era un compromiso personal. Para él tenía la misma categoría un Matador consolidado, que un novillero, que un aficionado práctico. Brindaba sus servicios con la misma seriedad, cariño y dedicación por uno que por otro.
Era muy meticuloso para afilar espadas, para sacar manchas de sangre a un terno o un capote, para todos los detalles. El Matador debía salir impecable y tener sus trastos prestos en el momento justo. Una presencia discreta pero oportuna en el callejón.
Jorgito se fusionaba con el torero, se repartían miedos, responsabilidades y presiones. Así su Matador se sentía acompañado, había quien le servía las espadas, quien cuidaba de su imagen y sus cosas, pero también quien entregaba la vida por él, y así lo demostraba “El Negro”, lanzándose a cuerpo limpio al ruedo para hacer un quite si era necesario.
Jorgito vivió su vida a través de los toreros a los que sirvió. Hizo suyas cada emoción, cada sueño, cada triunfo y cada fracaso.
Además, aprendió los secretos de la fotografía del mejor maestro que pudo haber tenido, “El Saltillense”, quien lo apreciaba muchísimo.
A Jorgito, como le decíamos en casa, no le gustaba mucho la gente. Diría más bien, que era muy selectivo con sus amistades, por ello, ser su amigo era un halago.
Nos hicimos muy cercanos porque yo, en plena adolescencia, me enamoré platónicamente de un Matador con quien Jorge trabajaba.
Y entonces íbamos a todas las plazas donde toreaba el susodicho. Jorge, sabiendo de mi encandilamiento, siempre me metía hasta la capilla para que pudiera saludarlo.
Una Navidad, aquel Matador tuvo a bien llamarme desde su tierra natal, para felicitarme por las fechas decembrinas. Yo no lo podía creer, pensaba que ahora sí,  inevitablemente era el inicio de una gran historia de amor que culminaría en boda; obviamente, detrás de esa llamada tan inesperada, estaba Jorgito. Por supuesto la historia de amor, existente tan solo en mi cabeza, no prosperó, pero fue la excusa para integrar a Jorge a nuestra familia.
Era un ser amoroso a su manera.
Querer, a veces es un acto natural y a veces, es un acto aprendido. Aprendes a querer a alguien, cuando entiendes su carácter, su forma de expresar sus sentimientos, su lenguaje. 
Yo a Jorgito lo quise por muchas cosas, pero más por esa ternura que quizá poca gente conoció. Por ese cariño áspero, huraño, que parece que se da a regañadientes, pero que acaba siendo el más sincero.
Descansa en paz mi querido Negrito… te agradezco los regalos que me diste todos los años que compartimos, los atesoro en la parte de mi corazón, donde está todo lo importante.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Entre témpanos de hielo, calabazas de Halloween y toros infumables

Una tarde que parecía nunca acabar.
Si algo hay que decir de estas corridas de toreros banderilleros, es el alarde de facultades que hace cada uno. Sobre todo, la forma de correr hacia atrás del Fandi, y cómo, cuando tiene la oportunidad, hacer que el toro frene su embestida a su voluntad. Ese dominio del toro a cuerpo limpio es lo mejor de este tipo de toreros. Lástima que hoy no tuvieron materia prima en lo absoluto.
Empezando con el rejoneador, que hablando con toda justicia, salió muy catrín con su tacuche de Justo Algaba para estrenar esa tarde. Ya ven que hasta sale en el “feis” que si vestido con Ermenegildo Zegna y que si con Hugo Boss, si de que tiene percha la tiene y de que tiene para vestir con esas garritas también lo tiene.
Pero hablando de su quehacer taurino, esta tarde el toro que le tocó no fue malo para rejones, al contrario, el torito colaboró y lo dejó estar. Hasta lo hubiera dejado lucirse si hubiera tenido las artes para hacerlo. Y no es que lo haya hecho mal… no. Inclusive hubo momentos buenos, pero demasiado tibios. Nunca conectó con la gente, ningún episodio de su faena pasó a mayores, no hubo ni cercanía suficiente, ni temple suficiente, ni suertes que lograran trascender. El momento más emotivo en este primer toro corrió a cargo de los Forcados Hidalguenses, esos segundos previos, donde la gente los acompaña con sus palmas y se siente la emoción que logran transmitir estos muchachos tan valientes y luego su pega tan buena.
En términos generales, esta corrida resultó tediosísima, faenas eternas donde no había razón para alargarlas tanto. Ningún toro valió la pena, salvo el del rejoneador que cooperó con el de a caballo, aunque sin ninguna emotividad.
Empezó la tarde con “el menos pior”, el del Conde, que de ninguna manera fue bueno. Donde lo único que se rescata son algunos detalles de Alfredo, quien a pesar de que antes era de los toreros que le gustaba hacer show, ya cambió, está muy puesto y es muy serio. Con mucho temple y verticalidad cuando así le es permitido. Y la estocada en su segundo, en buen sitio y fulminante. Su primera faena duró el tiempo adecuado, no entiendo por qué alargó tanto la segunda, si no iba a poder hacer nada por la falta de calidad del toro. No mereció de ninguna manera orejas, estuvo bien el juez en negarlas, pero sí merecía dar una vuelta al ruedo en cada uno de sus toros ¿por qué la gente pide orejas, pero no pide vueltas al ruedo? Es incongruente.
Y los otros dos toreros, con toros que no se prestaron para hacerles absolutamente nada, toros sin fuerza, sin raza, sin transmisión (todos en general).
Y como cuando una mujer es vulgar, por más que se ponga mameluco o pants y sin gota de pintura, sigue siendo vulgar, así les pasa a “El Zapata” y “El Fandi” (este último disfrazado de la Gran Calabaza). Toreros corrientes, amantes del show… y ahí estaba “El Zapata”, arrancándose a dar la vuelta al ruedo por sus banderillas… “¡pérate tantito… no exageres! En fin, cortes de toreros que a veces emocionan mucho a mucha gente, pero que sacan más chispas que cable pelado de alta tensión, en charco de agua.
De la tarde tan aburrida, me quedo con detalles del Conde tanto en su toreo como en sus actitudes en general -en contraste con sus alternantes- y su estocada a su segundo, también me quedo con los Forcados Hidalguenses, quienes siempre emocionan mucho a la gente con sus pegas.
Por lo demás, vamos tomándonos unos tequilas para apurar al olvido.